Parte de la majestuosidad y del atractivo enigma de la Edad Antigua recae sobre una civilización: la antigua Roma. Esta imponente civilización, encarnada en la figura del Imperio romano de Occidente y Imperio romano de Oriente, encontró en los pueblos godos su némesis personal, por lo que la historia de estos últimos es, cuando menos, interesante. A continuación, os contamos todo sobre ellos.
Ubicación geográfica de los godos
Ubicación geográfica de los antiguos godos
Según lo escrito en el Getica, un relato tradicional de la historia temprana de los godos redactado por Jordanes, el ostrogodo e historiador al servicio del Imperio bizantino, los godos primigenios partieron de Götaland (una región histórica de Suecia) rumbo a la actual Polonia y a la desembocadura del río Vistula.
Ubicación geográfica previa a la invasión de los hunos
Antes de que las hordas de las caballerías hunas sembrasen el pánico y el terror en sus aldeas, hacia el año 375, los godos vivían como una sociedad agrícola y no beligerante en la actual Polonia.
Ubicación geográfica posterior al gran éxodo godo
Tras recibir el embate de los hunos y migrar hacia el sur, los godos se asentaron en la antigua provincia bizantina de Tracia con el beneplácito del entonces emperador bizantino Valente. Esta antigua provincia comprendía parte del territorio de los actuales Bulgaria, Grecia y Turquía.
Ubicación geográfica posterior a la muerte de Alarico I
Tras el éxito de las campañas político-militares del primer rey visigodo, Alarico I, en contra del Imperio romano y la caída de este último (el de Occidente), los godos se asentaron en dos grandes regiones de Europa:
- Por un lado, los visigodos se asentaron en la Península Ibérica y el sur de la Galia, fundando allí el Reino Visigodo a principios del siglo V.
- Por otra parte, los ostrogodos se asentaron a lo largo de la península itálica (incluyendo, además de Italia, parte de los actuales Eslovenia, Croacia y Bosnia y Herzegovina), fundando allí el reino ostrogodo de Italia en el año 493.
Origen de los godos
Todo en cuanto al origen de los godos respecta es incierto. Oficialmente son considerados un pueblo germánico procedente del sur de Suecia y de la isla de Götaland, según lo escrito por el historiador ostrogodo Jordanes en el Getica (u Origen y hechos de los Godos) a mediados del siglo VI.
A pesar de ello, el origen dado por Jordanes a los godos no es sino uno de tantos; de hecho, se le considera como oficial debido a la antigüedad del mismo y al origen godo de Jordanes, aunque ello no significa que sea necesariamente cierto.
Algunos historiadores contemporáneos como Jurate Rosales, señalan que los godos son de origen báltico, por lo que sería correcto pensar que estos están emparentados con los antiguos prusianos, así como también con los actuales letones y lituanos.
Por otra parte, otros señalan que los godos o bien eran de origen escita o estaban lo suficientemente aculturados a la cultura escita como para considerarlos parte de estos pueblos.
Historia de los godos
La invasión de los hunos y el éxodo godo
Cerca del año 375 de la era actual, los godos vivían pacíficamente como un tribu granjera en la actual Polonia. Sin embargo, desde el del Lejano Oriente unas hordas de tribus nómadas repelidos por la dinastía Han y su imponente Gran Muralla, arribarían a las tierras godas con el objetivo de saquear, conquistar y arrasar con toda aldea a su paso.
Los hunos, quienes eran temidos en toda Asia por su ferocidad y salvajismo sin igual, sembraron el pánico en cada aldea goda que invadían, las cuales no podían hacer nada para defenderse ante sus explosivas y repentinas tácticas de pillaje.
Ante la amenaza sin precedente de los salvajes hunos, los godos buscaron un liderazgo decidido y fuerte que los ayudase a superar con diplomacia y, tal vez, un poco de argucia, tal calamidad.
Cabe destacar que los godos no contaban con un mando unificado como pueblo, sino que, simplemente, prestaban juramento y lealtad, individualmente, a los lideres de los clanes godos.
A pesar de sus costumbres poco centralistas, los godos se vieron obligados a escoger a un caudillo. El encargado de ostentar dicho cargo sería el godo Fritigerno, quien logró escapar, junto a una masiva población goda, hacia territorio romano.
Esta decisión migratoria no fue, en absoluto, voluntaria, sino que respondía al temor que los hunos se habían encargado de infundir en los godos desde su llegada al territorio godo, el cual era, a todas luces, mayor al que infundía el más poderoso de los imperios de la época: el Imperio romano, en este caso, el de Oriente o bizantino.
El Imperio bizantino y la cuestión migratoria de los godos
El emperador bizantino Flavio Julio Valente les concedió a los godos liderados por Fritigerno el permiso para que estos cruzaran el sur del Danubio y entrasen en su territorio, específicamente en la provincia bizantina de Tracia.
Sin embargo, dada la cantidad masiva de la migración goda, Valente solo permitió la entrada parcial de los godos, ya que en aquel entonces ni el imperio más poderoso de Europa estaba preparado para recibir una migración de tal magnitud.
Ante la falta de recursos, los romanos deciden aglomerar a miles de godos en áreas sumamente pequeñas, similares a campos de concentración (aunque, de momento, sin la connotación peyorativa contemporánea de la palabra). Este acto no respondía a ningún plan o estrategia previa, sino que más bien era una medida desesperada ante la repentina llegada de los godos, la cual parecía no cesar nunca.
Con el pasar de los meses, los romanos comenzaron a recrudecer su trato hacia los godos, explotándolos laboralmente y sacando el máximo provecho a la situación de hambruna y miseria del pueblo extranjero. Algunos oficiales romanos, incluso, llegaron a ofrecerles algo de comida a los godos a cambio de que estos les diesen a sus hijos como esclavos.
Tras meses de hambre y explotación, los godos sobrevivientes a los campos de concentración romanos y a la terrible hambruna de alrededor del año 375 deciden rebelarse contra el imperio más poderoso de entonces: el Imperio romano de Oriente.
La reacción de los tracios fue inmediata y unánime: pedir ayuda al emperador Valente. Este último decide enviar un ejército de legionarios bizantinos en su ayuda, al cual se le unirían, tiempo después, más legionarios procedentes del Imperio romano de Occidente. De esta manera, daría inicio la guerra gótica.
La batalla de Adrianópolis
El 9 de agosto del 378, en el noroeste de Adrianópolis, en Tracia, decenas de miles de godos enfurecidos y motivados por un gran odio hacia los romanos se encuentran con las temibles legiones del Imperio bizantino. Los godos serían liderados por el caudillo Fritigerno, mientras que los romanos por el mismismo emperador bizantino Flavio Julio Valente.
Cada bando contaba con una fuerza formidable y poco despreciable para la batalla. A sabiendas, o bien presumiendo de esto último, los generales romanos occidentales le recomendaron al emperador Valente que esperase a su llegada, junto a la del resto de legionarios occidentales.
A pesar de la advertencia, el emperador Valente hizo caso omiso de los generales occidentales y prefirió escuchar a sus generales bizantinos, quienes le aconsejaron que se lanzase en contra del enemigo, ya que, según lo previsto, los godos no serían lo suficientemente fuertes ni numerosos como para resistir una acometida bizantina.
Así pues, las legiones bizantinas deciden lanzarse ferozmente contra el ejército godo. Tras un primer choque, los romanos toman ventaja en la vanguardia. No obstante, y para la sorpresa de estos, una horda de godos a caballo les embestiría por uno de sus flancos, causando ipso facto el repliegue de los legionarios, no sin antes provocar el caos necesario como para aniquilar a dos tercios de las fuerzas romanas.
Envalentonados por derrotar al más poderoso de los ejércitos e, incluso, asesinar al mismismo emperador bizantino, los godos decidieron sitiar la ciudad de Adrianópolis, aunque rápidamente se percataron de que estaba muy bien preparada para resistir asedios, por lo que decidieron levantar el sitio.
Los godos: de pueblo extranjero a soberanos de Europa
La derrota del Imperio bizantino en Adrianópolis no sería sino el inicio de una andanada de invasiones bárbaras que haría tambalear los cimientos del recién fragmentado Imperio romano: godos, hunos, francos y vándalos se levantarían en armas en contra de Roma, tanto en Oriente como en Occidente.
Los godos, de la mano de Alarico, quien incluso lograría saquear Roma durante tres días en agosto del año 410, pasarían de ser un tímido pueblo extranjero a uno de los pueblos más poderosos de la península ibérica e itálica. La primera de estas penínsulas sería habitada por los visigodos, mientras que en la segunda se establecerían los ostrogodos.
Características de los godos
Características sociales de los godos
En un principio, los godos eran simplemente un conjunto de grupos familiares de costumbres seminómadas que se regían y juraban lealtad a un caudillo de forma individual; usualmente, dicho caudillo era el jefe de cada familia, por lo que cada tribu goda se regía por sus propias leyes.
En términos generales, los godos constituían una gran sociedad guerrera y patriota, es decir, la cultura que se erigía en torno a la beligerancia de los godos no estaba basada en la conquista de otras tierras, sino en la defensa de las suyas.
Tiempo después, dicho sentimiento patriota les ayudo a abandonar su nomadismo y asentarse en la actual Polonia, convirtiéndose en una sociedad agrícola y ganadera, aunque sin olvidar su entrenamiento militar.
Tras el contacto con los romanos de Oriente y Occidente, los godos comenzaron a estructurar su sociedad de forma jerárquica al igual que los romanos.
Así pues, en cada pueblo godo, conformado por un grupo de entre 50 y 100 personas, se podían diferenciar cuatro clases sociales distintas: los nobles, los hombres libres, los hombres semilibres y los esclavos.
Características políticas de los godos
Dadas las costumbres federativas y poco centralistas de los godos, cada pueblo de esta tribu podía poseer un sistema de gobierno diferente.
Por ejemplo, mientras que algunas tribus godas preferían regirse por un sistema de gobierno monárquico-parlamentario (encarnado en la figura de un rey y de un parlamento formado por hombres libres armados), otras, por el contrario, preferían ser dirigidas por príncipes (un tipo de monarca con menos autoridad política que un rey).
Asimismo, tanto reyes como príncipes eran escogidos mediante un sistema parcialmente democrático, en el que solo los nobles y los hombres libres armados, que constituían el parlamento, podían votar.
Además, ambos estamentos compartían tanto el poder legislativo como el poder judicial, por lo que podían decretar leyes y derechos, impartir justicia y tomar decisiones importantes en cuanto a la guerra respecta.
Características económicas de los godos
Luego de entrar en contacto con la civilización romana, iniciar su proceso de transculturización y gozar de una paz relativa, los godos se dedicaron completamente a la ganadería y la agricultura.
Si bien esto no representaba algo nuevo para los godos, las nuevas herramientas y técnicas aprendidas de los romanos les permitieron sacar un mayor provecho a su incipiente economía agrícola y ganadera.
Características religiosas de los godos
De manera similar al resto de tribus germánicas que entraron en contacto con los romanos, los godos terminaron por convertirse gradualmente al cristianismo, aunque, en su caso específico, dicha conversión tendría lugar entre los siglos IV y VIII de la era actual.
En cuanto a la costumbres religiosas de los antiguos godos o primigenios, se cree que practicaban el paganismo gótico. Sin embargo, al igual que sus costumbres políticas, estas respondían a la voluntad y a las leyes de cada pueblo godo.
Referencias: