La escritura minoica, protagonista de la civilización cretense durante la Edad del Bronce, representa uno de los grandes enigmas de la historia antigua.
Más que un instrumento de transmisión literaria, fue la columna vertebral administrativa de los palacios egeos, reflejando un complejo entramado social y económico donde la contabilidad, el comercio y la organización palacial alcanzaron cotas revolucionarias.
Descubrir sus sistemas de escritura implica adentrarse en los orígenes de la burocracia, la función del poder y, sobre todo, en el misterio de comunidades cuya lengua y pensamiento continúan desafiando al investigador moderno.
Los tres tipos de escritura en la Creta minoica
En el mundo egeo cretense se desarrollaron tres sistemas principales de escritura: la jeroglífica cretense, el silabario lineal A y el silabario lineal B. Denominados convencionalmente «jeroglífica», «Silabario A» y «Silabario B», estos sistemas permiten asomarse a la sofisticación administrativa y contable de los palacios minoicos, aunque ninguno arroja una luz definitiva sobre la identidad lingüística de la antigua Creta.
- Jeroglífica cretense: apareció principalmente en Cnosos y Malia y es particularmente difícil de analizar, debido a la escasez y fragmentariedad de la documentación conservada. Su corpus, formado sobre todo por sellos y depósitos palaciales del Minoico Medio, plantea problemas de identificación: los signos pueden pertenecer a una sola lengua (o, quizás, a diferentes lenguas), y no muestran una evolución clara con el paso del tiempo.
- Lineal A: esta escritura mostró una cierta evolución y se extendió desde el sur hasta todas las regiones de Creta e incluso algunas islas egeas. Existen evidencias de una fase “protolineal A» en Festo, indicios de que la escritura autóctona pudo haber sido influida u originada por contactos semitas, luvitas o pelasgos. Así, los especialistas debaten si su raíz es propiamente egea o debe asociarse a conexiones anatólicas, chipriotas o del archipiélago. Su desciframiento permanece inconcluso, pero volvió a ser centro de atención gracias a los nuevos estudios comparativos con la escritura lineal B y otros sistemas egeos.
- Lineal B: este sistema deriva directamente del lineal A y fue adoptado por los micénicos tras el declive minoico. A diferencia de sus predecesores, el lineal B sí fue descifrado y su función principal era registrar el griego micénico en contextos palaciales. Constituyó la continuidad administrativa tras el cambio de élites y el fin de los palacios minoicos.
A nivel estructural, los tres sistemas eran silabarios abiertos: cada signo representa una sílaba formada por una consonante (o un grupo de consonantes) acompañada de una vocal, o bien una sola vocal.
Junto a los silabogramas aparecían anotaciones numéricas (caritmogramas) y signos de medidas (metrogramas), indispensables para la organización de los almacenes y el control de mercancías.
Este diseño revela que la escritura no surgió como medio de expresión literaria, sino por la necesidad urgente de llevar adelante una contabilidad precisa en contextos de comercio y relaciones exteriores.
De hecho, más del 95% de la documentación escrita encontrada tiene propósito administrativo y contable: miles de fragmentos de arcilla y objetos registran entradas y salidas de mercancías, listas de bienes, recuentos y archivos económicos.

Origen y función de la escritura en la sociedad minoica
La invención de la escritura en Creta no fue un fenómeno aislado ni meramente cultural, sino una respuesta directa a las crecientes necesidades económicas y administrativas de una sociedad que experimentaba un proceso acelerado de complejización social. Es muy posible que el proceso mercantil exigiera sistemas económicos relativamente complejos que, junto a las intensas relaciones exteriores, provocaran la invención de la escritura en torno al tercer milenio a. C.
Los primeros indicios escriturales aparecen ya en el Bronce Antiguo (MA), cuando los signos de escritura se encuentran aislados en vasos y sellos minoicos. Estos elementos, aunque no constituyen escritura propiamente dicha, pueden interpretarse como anotaciones simbólicas cuya significación aún se nos escapa, pero que prefiguran el desarrollo posterior de sistemas más complejos.
Durante el Bronce Medio (MM) surgen las marcas de alfarero, atestiguadas desde el Minoico Medio I (MM I). Aunque tampoco pueden considerarse escritura en sentido estricto, estas marcas cumplían funciones comerciales específicas: indicaban el origen o destino de la mercancía y, en cierta forma, su propiedad e identidad. Tenían además un carácter apotropaico (es decir, protector), pero no constituían un sistema organizado de escritura.
El verdadero arranque o inicio de la escritura parece haberse producido entre el período prepalacial y la época de los Primeros Palacios (MM I-A y MM II). Los signos hallados en sellos del período Prepalacial (MM I-A) reaparecen en documentos posteriores diferentes, lo que sugiere una continuidad y sistematización progresiva del uso de estos símbolos.
La función primordial de estos sistemas escriturales era claramente administrativa y contable. Los primeros sistemas de escritura estuvieron condicionados por la adopción de contabilidades elementales, archivos económicos y recuentos de las entradas y salidas de mercancías. Esta orientación práctica explica por qué más del 95% del total de la documentación escrita encontrada consiste en fragmentos de arcilla donde se apuntaba la contabilidad: 270 objetos escritos en escritura jeroglífica, 1427 en lineal A y 4621 en lineal B.
El contexto palacial proporcionó el marco institucional necesario para el desarrollo y perfeccionamiento de estos sistemas. Los palacios minoicos funcionaban como centros redistribuidores que controlaban la producción artesanal, el almacenamiento de excedentes agrícolas, el comercio a larga distancia y las relaciones diplomáticas. Esta complejidad organizativa requería un registro preciso de bienes, personas y transacciones que solo la escritura podía proporcionar de manera eficiente.

La escritura minoica surge, por tanto, no como una manifestación artística o religiosa, sino como una tecnología administrativa imprescindible para gestionar una economía palacial en expansión y unas redes comerciales que se extendían por todo el Mediterráneo oriental.
La escritura jeroglífica minoica
La escritura jeroglífica cretense es la menos conocida y la más difícil de analizar entre los sistemas utilizados en el mundo minoico, principalmente por la escasez y fragmentariedad de los testimonios conservados. Fue hallada sobre todo en los grandes centros palaciales de Cnosos y Malia durante el Minoico Medio y Reciente I, aunque algunos signos aparecen también en otros enclaves de la isla.
Este sistema se compone fundamentalmente de símbolos silábicos, denominados silabogramas, que forman grupos representando sílabas abiertas: una consonante (o grupo consonántico) acompañada de una vocal, o bien solo una vocal. Además, la jeroglífica incluye anotaciones numéricas (caritmogramas) y símbolos de medidas (metrogramas), utilizados para el recuento y registro de mercancías palaciales.
Uno de los grandes problemas de esta escritura es de tamaño y calidad documental: únicamente contamos con unos 270 objetos escritos, principalmente sellos de arcilla y depósitos, que dificultan tanto análisis estadísticos como interpretaciones lingüísticas profundas.
Los signos resultan complicados de identificar, y los especialistas debaten si pertenecen a una única lengua, común a todos los documentos jeroglíficos, o si corresponden a lenguas diversas. Esta incógnita dificulta cualquier progreso en su desciframiento y comprensión, ya que tampoco se percibe una evolución significativa durante su periodo de uso.
La funcionalidad de la escritura jeroglífica era esencialmente administrativa y contable, orientada al registro de bienes y procesos económicos dentro del contexto palacial. Curiosamente, la jeroglífica es la única que aparece grabada en los sellos minoicos, mientras que el lineal A nunca se utilizó en ese soporte.
Además, este sistema desapareció totalmente en el período de los segundos palacios (Minoico Reciente I), sin que sepamos con certeza las causas de este abandono, aunque podría estar relacionado con cambios políticos, económicos, o el auge de sistemas más versátiles y extendidos como el lineal A.

En resumen, la escritura jeroglífica minoica constituye un testimonio fascinante pero aún hermético de la primera fase administrativa de la Creta palacial, marcada por su uso restringido, su difícil desciframiento y su desaparición abrupta antes del florecimiento del lineal A y B.
La escritura lineal A
La escritura lineal A representa la evolución más compleja y extendida de los sistemas minoicos. Surgida tras el periodo jeroglífico, muestra signos de desarrollo a lo largo del Minoico Medio y Reciente, y su presencia se extiende mucho más allá de los límites de Creta, alcanzando incluso las Cícladas y puntos clave del mundo egeo. Este alcance geográfico apunta a la influencia creciente de la civilización minoica en redes comerciales y religiosas que abarcaron gran parte del Mediterráneo oriental.
El lineal A es también un silabario abierto: cada signo representa una sílaba compuesta por una consonante y una vocal, o solo una vocal. Además, incorpora caritmogramas (para registrar cantidades) y metrogramas (para medidas y unidades), reflejando el enfoque eminentemente contable de la mayoría de los textos, especialmente en tablillas de arcilla y objetos votivos.
Los arqueólogos distinguen entre una versión más arcaica –la denominada “protolineal A”– hallada en Festo a comienzos del Minoico Medio, y una forma más evolucionada utilizada durante el Minoico Medio final y el Minoico Reciente, justo antes del predominio micénico.
La naturaleza y el origen del lineal A siguen siendo objeto de intenso debate académico:
- Hay quienes lo relacionan con las escrituras autóctonas de Creta, mientras que otros sugieren influencias semitas, luvitas (anatolias), hititas o incluso pelásgicas, lo que evidencia los múltiples contactos culturales y lingüísticos que caracterizaban el mundo minoico.
- El análisis filológico, aún preliminar, muestra que esta escritura pudo registrar una diversidad de lenguas: una posible lengua “profana” o “popular” y otra “sagrada” o “culta”, ambas con raíces y palabras comunes pero funciones y usos diferenciados.
- Las teorías de investigadores como C.H. Gordon (caracteres semitas), L.R. Palmer (luwita/hitita), F. Schachermeyr (origen esencialmente egeo), y W. Merlinger/A.J. Windekens (raíz pelásgica o del archipiélago con paralelos tracios) ilustran la riqueza y complejidad del debate.
El corpus documental de la escritura lineal A, aunque mayor al de la jeroglífica, sigue siendo relativamente reducido. Se han encontrado inscripciones en tablillas administrativas, vasijas votivas, utensilios de metal, hachas votivas, fíbulas e inscripciones murales. Destaca el hecho de que todos los documentos parecen registrar la misma escritura, lo que sugiere una cierta unidad gráfica.
A pesar de los esfuerzos de la comunidad científica, el lineal A permanece indescifrado. Su estudio avanza gracias a comparaciones con el lineal B, el chipro-minoico y el silabario chipriota clásico. Este material comparativo aporta claves valiosas, aunque aún estamos lejos de una solución definitiva.

En definitiva, la escritura lineal A pone de manifiesto una sociedad en transformación, con una administración más sofisticada, una mayor diversidad cultural y una expansión territorial que supera el ámbito insular y alcanza el corazón del mundo egeo.
La escritura lineal B
La escritura lineal B representa el eslabón final y más conocido de los sistemas escriturales egeos, marcando el paso definitivo de la civilización minoica a la micénica. Este sistema no solo constituye la adaptación más exitosa de la escritura minoica, sino que supuso un hito histórico fundamental: fue la primera escritura griega conocida, extendiendo la historia escrita del griego casi mil años más atrás de lo que se creía posible.
Origen y adopción
Hacia el año 1500 a. C., los griegos micénicos adaptaron el sistema Lineal A minoico para registrar su propia lengua: el griego micénico arcaico. Esta adaptación no fue casual, sino que reflejó la creciente influencia micénica sobre los centros minoicos tras la conquista de Creta hacia mediados del siglo XV a. C.
La escritura lineal B conserva aproximadamente el 70% de los símbolos del lineal A, pero los micénicos los utilizaron para transcribir una lengua completamente diferente.
Características estructurales
Al igual que sus predecesores, el lineal B era un silabario abierto compuesto por cerca de 90 signos silábicos que representaban combinaciones consonante-vocal o vocales solas. Sin embargo, el sistema incluía además logogramas (signos que representan palabras completas), ideogramas (símbolos para objetos específicos) y un completo sistema numérico decimal.
Esta multiplicidad de elementos convertía al lineal B en un sistema mixto más complejo que la mera escritura silábica.
Limitaciones del sistema
Paradójicamente, el lineal B no era el sistema ideal para escribir griego. Los escribas micénicos tuvieron que desarrollar diversas convenciones para adaptar un silabario diseñado para una lengua diferente. Entre estas adaptaciones destacan las siguientes:
- La omisión de consonantes finales (Cnosos se escribía ko-no-so).
- La no diferenciación entre vocales largas y cortas.
- La confusión entre r y l mediante el mismo signo.
- La adición de vocales mudas para representar grupos consonánticos complejos.
El desciframiento histórico
El gran avance llegó en 1952, cuando el arquitecto británico Michael Ventris (1922-1956), fascinado desde la adolescencia por este misterio, logró descifrar la escritura tras años de trabajo meticuloso.
Su genialidad residió en abandonar la suposición generalizada de que representaba una lengua exótica y atreverse a probar si podía tratarse de griego arcaico. El momento eureka llegó cuando identificó palabras como ti-ri-po-de (trípode) junto a dibujos de trípodes, confirmando que estaba ante la forma más antigua conocida del griego.
La colaboración posterior con el filólogo John Chadwick de Cambridge refinó y consolidó el desciframiento, culminando en 1956 con la publicación de Documents in Mycenaean Greek, obra fundamental que estableció definitivamente la lectura del lineal B.

Funciones y contenido
Los textos en Lineal B eran exclusivamente administrativos y contables, registrados en tablillas de arcilla que originalmente estaban destinadas a durar solo un año antes de ser recicladas. La supervivencia de miles de estas tablillas se debe paradójicamente a los incendios que destruyeron los palacios micénicos: el fuego coció accidentalmente la arcilla, preservándola durante milenios.
El contenido revela una sociedad palacial altamente organizada:
- Inventarios de ganado (ovejas, vacas, cabras, cerdos).
- Productos agrícolas (trigo, higos, aceitunas, aceite, vino).
- Manufacturas (armas, textiles, cerámica, perfumes).
- Personal del palacio (funcionarios, artesanos, pastores, esclavos).
- Ofrendas religiosas a deidades que ya aparecen en la religión griega posterior (Zeus, Poseidón, Hera, Atenea, Artemisa, Ares, Hermes, Dioniso).
Distribución geográfica y cronológica
Las tablillas de lineal B se han encontrado principalmente en los grandes centros palaciales: Cnosos (las más antiguas, ca. 1450-1400 a.C.), Pilos (el archivo más rico), Micenas, Tebas, Tirinto, La Canea y otros enclaves menores.
Su uso se extendió desde alrededor de los años 1500-1200 a. C., cuando la caída de la civilización micénica supuso también el fin de este sistema escritural.
Legado e importancia
La escritura lineal B desapareció junto con la civilización micénica hacia el año 1100 a. C., y no existe conexión directa con el alfabeto griego posterior que los griegos arcaicos adoptaron de los fenicios.
Sin embargo, su desciframiento revolucionó nuestro conocimiento del mundo micénico, proporcionando información directa sobre la organización social, económica y religiosa de los antecesores de los griegos clásicos, confirmando además que elementos fundamentales de la cultura griega posterior (panteón, organización social, tradiciones) hundían sus raíces en el mundo micénico de la Edad del Bronce.
El disco de Festo: un enigma grabado en espiral
El disco de Festo, descubierto en 1908 en el palacio homónimo, representa quizás el objeto más misterioso y emblemático de la escritura cretense. Este disco de arcilla, de unos 16 centímetros de diámetro, presenta una inscripción en espiral, realizada mediante el estampado de 45 signos distintos repartidos en 241 impresiones.
Ninguno de los sistemas minoicos conocidos (ni la jeroglífica ni el lineal A o B) se corresponde por completo con el repertorio de símbolos del disco, lo que ha dado lugar a una cascada de estudios, hipótesis y debates.
Visualmente, el disco exhibe figuras humanas y objetos cuyas características (como los tocados de pluma en las figurillas de ambas caras) no parecen propias de la Creta minoica. De hecho, dichos tocados recuerdan más a los pueblos del mar que realizaron incursiones en el Egeo hacia el año 1200 a. C., e incluso a las comunidades carias, lo que ha alimentado la teoría de que el disco pudiera ser una donación o informe de Caria a un dignatario de Festo.
Alternativamente, se ha planteado que el disco tuvo una función religiosa, votiva o ritual, hipótesis reforzada por su singularidad y contexto hallado en el palacio.
En 1976, el lingüista Vladimir Georgiev sugirió que el disco contenía una escritura luwita (anatolia), aunque su teoría presenta problemas cronológicos, pues el disco se data hacia finales del siglo XVII a. C., mientras que las inscripciones pictográficas luwitas aparecen entre los siglos XVI y XV a. C. Así, la atribución luwita continúa siendo especulativa.
A lo largo del último siglo, numerosos investigadores han intentado descifrar el texto del disco, recurriendo a enfoques estadísticos, filológicos y comparativos. Sin embargo, el consenso académico sostiene que, a día de hoy, el disco de Festo sigue siendo una incógnita: tanto el sentido de su inscripción como su finalidad permanecen sin respuesta definitiva.
La posibilidad de que en la Creta minoica coexistieran pueblos de lenguas diferentes (indoeuropeo, semita, pelásgico) añade un nivel adicional de dificultad, pues ello afectaría tanto a la fonética como a la morfología de los nombres y términos recogidos en el objeto.

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