Existen hoy en día algunas monarquías parlamentarias en el continente europeo. A pesar de que el número se ha reducido, hay una en particular que tiene fama en todo el mundo y es un buen ejemplo de este sistema: la Corona Británica.
Esta monarquía, que en la actualidad es regida por Carlos III del Reino Unido tras la muerte de la popular figura de su madre, la reina Isabel II, ha tenido una gran importancia a lo largo de la historia, pues Gran Bretaña cuenta con una amplia tradición de reinos que perdura hasta el día de hoy y que, a su vez, le permitió controlar uno de los mayores imperios coloniales que la humanidad haya conocido.
Origen de la monarquía inglesa
Desde la caída del Imperio romano en Britania, la isla comenzó a atravesar un oscuro periodo del que perduran muy pocos registros. Los reinos que existían en la isla eran variados y controlaban distintos territorios, a diferencia del actual reino unificado.
En el año 878, Alfredo el Grande (rey de Wessex) se autoproclamó rey de Inglaterra al asegurar nuevos dominios y sus sucesores formalizaron el título de rey de los anglosajones.
Sin embargo, su control se vio interrumpido debido a las incursiones vikingas, y hacia el siglo XI Normandía conquistó Inglaterra de la mano de Guillermo I de Inglaterra, volviéndose uno de los reinos más poderosos de toda Europa.
Los conflictos entre sus sucesores llevaron a Inglaterra a una época de problemas conocida como la Anarquía inglesa. Esteban y Matilde, los nietos de Guillermo I, se enfrentaron por el poder para finalmente acordar que el reinado sería sucedido por el hijo de la segunda: Enrique II de Inglaterra.
Monarquía inglesa durante el Medievo
Durante el resto de la Edad Media, la monarquía inglesa se expandió y formó parte de las Cruzadas de la mano de los hijos de Enrique II.
Ricardo Corazón de León fue el sucesor de este último y formó parte de las operaciones por el control de Tierra Santa contra los musulmanes. Sus esfuerzos lo llevaron a ser asociado como un símbolo de valentía y fortaleza.
Cuando falleció, fue sucedido por su hermano Juan I, el cual logró unir a Inglaterra e Irlanda dentro de un solo reino. Si bien hay que reconocerle este éxito, sumergió al reino en una guerra civil conocida como la primera guerra de los Barones, esto debido a que rechazó la cartera de derechos y libertades de la nobleza.
Tras su muerte y fin de la guerra, se originó la segunda guerra de los Barones, que culminó con la victoria de la monarquía.
Eduardo I expandió aun más los dominios de la Corona al lograr la conquista de Gales e iniciar las pretensiones sobre Escocia. Años más tarde, Eduardo III reclamó Francia y dio inicio a la guerra de los Cien Años, en la cual el rey tuvo éxito y controló gran parte del territorio francés.
Durante los siguientes años, los monarcas sucesores pusieron su esfuerzo en la guerra contra Francia. Sin embargo, las tensiones entre la Casa de York y la Casa de Lancaster dieron lugar a una nueva guerra civil conocida como la guerra de las Dos Rosas.
La guerra de las Dos Rosas
Durante este conflicto, las dos principales casas reales se enfrentaron por el control del país entre 1455 y 1487. Este suceso suscitó grandes cambios en el panorama europeo.
La victoria de la Casa de York diezmó a la nobleza en los combates o fue ejecutada por su participación, por lo que sus poderes feudales quedaron debilitados.
Debido a esta contienda, Inglaterra perdería gran parte de su influencia en el resto de Europa, pero gracias al posterior liderazgo durante los reinados de los Tudor y el crecimiento de la influencia de los comerciantes, Gran Bretaña pudo prosperar y pasar del periodo de la Edad Media hacia el Renacimiento, donde recuperaría su influencia.
La Iglesia de Inglaterra
A pesar de la Reforma protestante que estaba teniendo lugar en Europa, Inglaterra había mantenido su estabilidad en la fe católica.
Sin embargo durante el reinado de Enrique VIII ocurrió el cambio religioso: debido a disputas con el papa en Roma, la monarquía inglesa tomo la decisión de distanciarse de la Iglesia católica y establecer su propia denominación.
Los anglicanos mantuvieron ciertas similitudes con el catolicismo pero como una Iglesia inglesa, por lo que la influencia papal quedó fuera de Gran Bretaña.
Reino Unido de la Gran Bretaña
También durante el mandato de Enrique VIII, Gales fue finalmente anexionado de forma total, por lo que el Reino Unido que hoy en día conocemos ya estaba tomando forma.
Escocia, que durante siglos se había enfrentado a los ingleses, finalmente formó parte del reino cuando en 1603 el rey de Escocia, Jacobo VI, accedió al trono de Inglaterra bajo el nombre de Jacobo I y unificó la isla bajo una sola corona.
Unos años más tarde, la monarquía tomaría un carácter parlamentario luego de la Revolución Gloriosa en 1688: Jacobo II renunció al poder ante la presión y el parlamento asumió la supremacía, siendo así uno de los hechos más importantes en la evolución del poder parlamentario (un ejemplo que posteriormente se repetiría por toda Europa).
Monarquía británica en la actualidad
En la actualidad, la Corona Británica sigue siendo una monarquía parlamentaria bajo la figura de Carlos III, quien en septiembre de 2022 ocupó el trono después del fallecimiento de su progenitora, Isabel II, la cual ostentaba el cargo desde 1952. El actual heredero es el príncipe Guillermo.
Aunque en el mundo moderno Gran Bretaña ya no cuenta con un imperio colonial, posee territorios de ultramar y algunos países constituyen la Mancomunidad Británica de Naciones, en los cuales el rey Carlos III aún ejerce su función monárquica.
Reyes ingleses destacados
Guillermo I el Conquistador (1066–1087)
Unió y conquistó Inglaterra tras la batalla de Hastings en 1066. Se caracterizaba por ser valiente, brutal y astuto en igual medida. Obtuvo el título de duque de Normandía con tan solo ocho años.
Ricardo I (1189–1199)
Conocido como Ricardo Corazón de León, obtuvo su apodo gracias a su valor inquebrantable en las batallas. Su interés en la Tierra Santa lo envió a gobernar Inglaterra desde la distancia, formando parte de las Cruzadas.
Enrique VIII (1509–1547)
Generó un cambio de fe en Inglaterra al instaurar su propia Iglesia, esto debido a su libertinaje, que lo llevó a querer divorciarse de su esposa. Ante la negativa del papa, tomó esta decisión por su cuenta, lo que le permitió tener seis matrimonios durante su vida.
Referencias: