Las guerras médicas fueron una serie de conflictos bélicos ocurridos en el siglo V a. C. en los que se enfrentarían dos de los más grandes ejércitos de la historia: el Imperio persa y la alianza de las ciudades-Estado de la antigua Grecia.
Las guerras médicas marcaron un antes y un después en la historia del Imperio aqueménida, pues no solo perdería en tres ocasiones contra los griegos, sino que después serian conquistados por uno: Alejandro Magno.
Antecedentes de las guerras médicas
Las ciudades jónicas, que habían estado bajo el mando del reino de Lidia o, más bien, bajo un mandato lidio de buenos modales (similar al feudalismo), fueron anexadas al creciente Imperio persa en el 546 a. C.
El rey persa Ciro II el Grande, tras derrotar al rey Creso de Lidia, tomó el control de las ciudades jónicas y, sin pensarlo dos veces, las anexionó a su imperio.
Darío I se convertiría en el sucesor de Ciro II el Grande. En un principio, se mostró benevolente y condescendiente con las ciudades jónicas; no obstante, una serie de estrategias políticas y económicas le harían merecedor de un acérrimo odio por parte de los griegos. Aristágoras, valiéndose del resentimiento de los griegos, impulsaría una revolución de las ciudades jónicas en contra de los persas.
A sabiendas del inmenso poder de los persas, Aristágoras solicitó ayuda a la metrópolis de la Hélade. Sin embargo, sólo recibiría el apoyo de Atenas y Eretria. Darío I sofocaría este intento de rebelión luego de acabar con la flota de Atenas y Eretria en la batalla de Lade en el 494 a. C. De esta manera, la sublevación de Jonia llegó a su fin.
El apoyo dado por Atenas y Eretria al intento de sublevación de las ciudades jónicas ocasionó la ira de Darío I, el cual iniciaría una campaña de conquista del mundo heleno (la primera guerra médica) tan solo cuatro años después.
La primera guerra médica
Atenas, y su flota marítima, había llamado la atención del rey Darío I, quien, aún enardecido en colera por el intento de sublevación de las polis jonias y el apoyo dado a las mismas por Atenas, pidió a su dios, Ormuz, la oportunidad de vengarse en contra de los atenienses.
Los rumores de la venganza de Darío I se extendieron por todo el Imperio aqueménida hasta llegar a oídos de Temístocles, quien en aquel entonces desempeñaba el papel de arconte en Atenas.
Temístocles creía, firmemente, que era necesario construir una poderosa flota ateniense para así repeler a los persas; sin embargo, Milcíades, su principal detractor, consideraba que lo mejor era fortificar el ejercito terrestre.
Darío I no se había olvidado de Eretria, la cual también había apoyado la sublevación de las polis jonias, por lo que designaría a su sobrino Artafernes la responsabilidad de castigar severamente a Eretria. Por otro lado, Datis, un noble que gozaba de la confianza de Darío I, recibió el encargo de acabar con las atenienses.
La batalla de Maratón (septiembre, 490 a. C.)
En el año 490 a. C. daría inicio la campaña de conquista persa, conocida como la primera guerra médica (siendo más bien un tipo de venganza o represalia). Debido al apoyo de Eretria a la sublevación de las polis jonias, las islas cícladas serían las primeras en recibir el castigo persa.
Por otro lado, Datis, intentando cumplir la voluntad de su rey, desembarcó en la playa de Maratón creyendo, erróneamente, tener ventaja sobre Atenas.
Los atenienses y sus fieles aliados plateos acudieron a la playa y a los campos de Maratón para enfrentarse al ejercito persa. La alianza griega hizo gala de una gran estrategia táctica militar de ataque. En primer lugar, dividieron su ejército en tres grandes bloques: uno en el ala derecha, uno en el centro y otro en el ala izquierda.
Las alas derecha e izquierda de los atenienses y plateos atacaron ambos flancos del ejército persa, ocasionando de esta manera un terrible daño en sus enemigos. El bloque central formó una poderosa falange griega, la cual, a través de un movimiento de pinza, diezmó a las tropas persas.
Los persas perdieron más de 6.000 hombres en Maratón, recibiendo de esta manera una estrepitosa derrota; una que sería recordada no solo por el rey Darío I, sino también por su hijo, Jerjes I, quien diez años después intentaría conquistar el mundo heleno en su totalidad.
La segunda guerra médica
El rey persa Darío I falleció en el año 486 a. C. sin poder consumar su represalia contra los atenienses; no obstante, su hijo, Jerjes I, quien asumiría el mandato del Imperio aqueménida, continuaría los deseos de venganza de su padre.
En los primeros años de su mandato, múltiples embajadores persas fueron enviados a todas las ciudades del mundo heleno con la finalidad de solicitar «diplomáticamente» su sometimiento y completa sumisión al Imperio aqueménida. Como era de esperar, Atenas y Esparta, las polis más poderosas de la antigua Grecia, respondieron asesinando a dichos embajadores.
Los espartanos, al ser conscientes de que su osadía y soberbia había enfadado a sus propios dioses, intentaron enmendar su error enviando dos emisarios, que se habían ofrecido de forma voluntaria, para que Jerjes los asesinase y así la venganza quedase saldada. Sin embargo, Jerjes no tomó sus vidas y mucho menos cambió su opinión sobre invadir Atenas y Esparta; la segunda guerra médica había comenzado…
La batalla de Termópilas (480 a. C.)
Jerjes inició su campaña en contra del mundo heleno en el 480 a. C. Unas 250.000 unidades de combate del Imperio aqueménida atravesaron el Helesponto y siguieron la ruta de la costa, acompañados por su poderosa flota marítima de más de 1000 trirremes, la cual también avanzaba bordeando la costa.
Leónidas I, junto a 300 soldados espartanos, 2.800 peloponesios, 700 tespios, 400 tebanos, 1.000 focidios y el ejército entero de los locros, esperarían la llegada del Imperio persa en el desfiladero de las Termópilas.
Jerjes I intentaría nuevamente apelar a la diplomacia, por lo que les pediría a los espartanos rendirse y deponer sus armas; como era de esperar, los espartanos se negaron ante tal solicitud.
Los persas no tuvieron más remedio que enfrentarse a la poderosa falange espartana y, aunque la superioridad numérica de los persas era abrumadora debido a la estrechez de aquel desfiladero, el poderío persa no pudo ser desplegado en su totalidad.
Los espartanos se mantuvieron victoriosos durante cada oleada de ataque persa, pues sus lanzas eran mucho más largas, y sus técnicas de combate, más poderosas.
No obstante, la técnica empleada por Leónidas, con la que había aniquilado a 10.000 soldados enemigos, perdió su utilidad en el momento en el que los persas, gracias a Efialtes el Traidor, descubrieron un sendero a través de las montañas que les permitiría atacar a los espartanos por el frente y la retaguardia al mismo tiempo.
Leónidas, percatándose de que su fin y el de sus soldados estaba cerca, les dio la oportunidad a los soldados bajo su mando de marcharse. Finalmente, solo 300 soldados espartanos y 700 hoplitas de Tespias se quedaron luchando, hasta la muerte, en el desfiladero de las Termópilas.
Si queréis conocer más detalles sobre la batalla de las Termópilas, recordad que en nuestra web disponemos de un artículo centrado en esta contienda.
La batalla de Salamina (septiembre de 480 a. C.)
La derrota de Leónidas, los espartanos y el resto de guerreros que lo acompañaban en el desfiladero de las Termópilas, dejó el camino libre a Jerjes y a sus tropas.
Los atenienses, viéndose superados en número por sus enemigos, y a sabiendas de que el Imperio persa estaba a punto de llegar a Atenas, huyeron de su ciudad, junto a la flota de alianza griega, hacia la isla de Salamina, lugar desde donde contemplaron arder la polis a manos de los persas
Temístocles, quien asumiría las riendas de la flota de la alianza griega durante los acontecimientos de esta batalla, preparó una estrategia en poco tiempo; una que le permitiría derrotar a la flota persa de 1.207 trirremes con tan solo 366 trirremes y 5 pentecónteros en el estrecho de Salamina.
En primer lugar, Temístocles, conociendo el espíritu arrogante del rey persa Jerjes, propiciaría el ataque persa al hacerles creer que la flota de la alianza griega estaba por huir de Salamina. Para conseguir engañarlo, envió un emisario, el cual fingiría ser un traidor, ante el mismísimo monarca.
Jerjes, viendo en la huida de los atenienses la oportunidad perfecta para derrotarlos, envió su poderosísima armada aqueménida a acabar con los helenos.
No obstante, la armada persa, una vez adentrada en el estrecho de Salamina, sería incapaz de maniobrar con facilidad debido al gran número de trirremes que la constituía y la estrechez del lugar. Además, serían sorprendidas por el repentino ataque de los atenienses.
Jerjes observó desde lo alto del monte Egaleo cómo su poderosa armada había perdido en combate en contra de la flota griega. Por tal motivo, decidiría volver a Asia junto a una parte de su ejército y dejar el éxito de su campaña militar a manos de Mardonio.
La batalla de Platea y Mícala (27 de agosto de 479 a. C.)
Mardonio, uno de los seis miembros del Estado Mayor de Jerjes, sería el encargado de continuar con la campaña de conquista persa al mundo heleno. Luego de unos meses tras la estrepitosa derrota persa en la batalla de Salamina, marcharía nuevamente hacia la ciudad de Atenas; los atenienses huirían otra vez hacia la isla de Salamina para escapar del poderío persa.
Los atenienses solicitaron a los espartanos que le ayudasen a expulsar a los persas de su ciudad, pero los espartanos se negaron rotundamente. En consecuencia, Arístides y Jantipo, los nuevos generales de Atenas, amenazaron a Esparta con aceptar unas condiciones de paz especiales ofrecidas previamente por Mardonio si estos no aceptaban ayudarlos a repeler el ataque persa. Inmediatamente, Esparta aceptó ayudar a Atenas.
Un enorme ejército de espartanos y aliados de algunas polis del Peloponeso partieron de Esparta con dirección hacia el Ático, estando comandados por Pausanias. Ante esto, Mardonio se retiró hacia la provincia de Beocia, específicamente a orillas de la ribera septentrional del río Asopo (en territorio tebano).
Atenienses y espartanos, acompañados por aliados guerreros provenientes de distintas ciudades-Estado de la antigua Grecia, se enfrentaron durante semanas en contra de Mardonio y el enorme Imperio aqueménida comandado por este. Finalmente, los aliados del mundo heleno resultaron victoriosos al vencer a los persas en Platea y, posteriormente, arrasar con su campamento.
Además, poco tiempo antes de la derrota persa en la batalla de Platea, el Imperio aqueménida había sido vencido por la armada de los aliados en la batalla de Mícala. De esta manera, los sueños de conquista de Jerjes I llegaron a su fin.
La tercera guerra médica
Temístocles, luego de haber sido el gran héroe ateniense y salvador del mundo heleno en la batalla de Salamina, se convertiría en enemigo de toda la antigua Grecia, pues, tras una disputa con los atenienses, huiría hacia territorio persa con la intención de ofrecer sus servicios al nuevo rey persa Artajerjes I.
Por extraño que parezca, Artajerjes, hijo de Jerjes I, uniría fuerzas con Temístocles con la intención de conquistar al mundo heleno. Sin embargo, esta tercera y última campaña persa en contra de los helenos acabaría rápidamente, pues Cimón, hijo del gran Milcíades, derrotaría al Imperio persa en la batalla del Eurimedonte en el 467 a.C.
No obstante, las hostilidades entre helenos y persas se mantuvieron hasta que Artajerjes aceptó el tratado de paz ofrecido por los atenienses en el 448 a. C. En el tratado conocido como la Paz de Calias, el Imperio aqueménida se comprometió a aceptar las siguientes condiciones:
- Prohibido intentar conquistar y/o expandir el Imperio aqueménida hacia territorio heleno.
- Prohibido surcar las aguas del mar Egeo.
Referencias:
- Guerras médicas. Wikipedia.
- Segunda Guerra Médica. [Capítulo 1: Termópilas]. NSR Nobles Scutarii Rex.
- Segunda Guerra Médica. [Capítulo 2] {Batalla de Salamina}. NSR Nobles Scutarii Rex.
- Segunda Guerra Médica. [Capítulo 3] {Batalla de Platea}. NSR Nobles Scutarii Rex.
- Connolly, P. (1981). La guerra en Grecia y Roma. Desperta Ferro Ediciones.