La batalla de Platea fue el acontecimiento bélico que, en paralelo con la batalla de Mícala (librada en la costa de Jonia), sellaría los sucesos de la segunda guerra médica y, con ello, las intenciones de Jerjes I de conquistar el mundo heleno. Atenienses y espartanos, así como también guerreros provenientes de diferentes polis de la antigua Grecia, se unirían en contra de un enemigo en común: el Imperio persa.
Fecha de la batalla de Platea
Se produjo el 27 de agosto de 479 a. C.
Bandos de la batalla de Platea
- Liga panhelénica: estaba formada por Atenas, Esparta y la mayoría de las polis griegas.
- Imperio aqueménida: nombre que recibió el primero y más vasto imperio de los persas.
Contexto histórico de la batalla de Platea
Segunda guerra médica (480 – 478 a. C.)
La batalla de Platea, junto a la batalla de las Termópilas (librada en tierra) y la batalla de Salamina (librada en el mar); fue uno de los grandes conflictos bélicos cuyo desenlace ocurrió durante los acontecimientos del segundo intento de conquista persa al mundo heleno.
El conflicto, conocido como la segunda guerra médica, estallaría en el 480 a. C. y sucedería diez años después de la primera guerra médica, el primer intento de conquista persa encabezado por el rey persa Darío I (es por ello que ambas contiendas se engloban en las llamadas guerras médicas).
La batalla de Salamina (septiembre del 480 a. C.)
La inmensa e imponente armada aqueménida, compuesta por 1.207 trirremes procedentes de distintas naciones, palidecería bajo la astucia y perspicacia del general ateniense Temístocles, quien, con tan solo 366 trirremes y 5 pentecónteros, y haciendo gala de un excepcional liderazgo, lograría vencer a los persas en el estrecho de Salamina.
El rey persa, Jerjes I, tras observar desde el monte Egaleo cómo se desvanecía su ilusión de conquistar el mundo heleno en una rápida campaña, decidió abandonar la costa ateniense y volver a Asia con parte de su ejército, no sin antes dejar en las manos de Mardonio, general persa que gozaba de la confianza y el respeto del Imperio aqueménida, el éxito de su campaña de conquista.
Mardonio, junto al resto del ejército persa (unos 120.000 hombres), se retiraría de Atenas para asentarse al norte de la ciudad. De esta manera, la alianza griega se hizo con una gran victoria y, de momento, habría una pausa entre los enfrentamientos persas y helenos, los cuales se reanudarían al año siguiente (479 a. C.) en la batalla de Platea.
Antecendentes de la batalla de Platea
Mardonio ofrece una tregua a los atenienses
El general persa Mardonio intentaría acabar con el conflicto bélico por la vía diplomática, pues hábilmente ofreció a los atenienses una tregua y unas condiciones de paz especiales a cambio de romper su alianza con el resto de peloponesios y, en especial, con Esparta.
Sin embargo, los atenienses aún se encontraban enardecidos en cólera, pues previamente los persas habían arrasado con su ciudad y faltado al respeto a sus dioses. En consecuencia, Arístides y Jantipo, quienes desempeñaban el cargo de generales en Atenas, rechazaron la oferta de paz de Mardonio.
Esparta se niega a ayudar a Atenas
Luego de que la estrategia diplomática de Mardonio fracasase, este optaría por tomar las armas nuevamente. A comienzos del verano del 479 a. C., el ejército persa ocuparía la ciudad de Atenas con total facilidad.
En este punto de la historia, los atenienses se verían obligados a solicitar la ayuda de los espartanos (los hoplitas espartanos fueron, quizás, el ejército terrestre más fuerte del mundo heleno), pero estos se negaron rotundamente.
Atenas convence a Esparta de entrar en batalla
En aquel entonces, los espartanos se encontraban celebrando un festival religioso, el cual gozaba para ellos de mucho valor como ciudad guerrera, por lo que no estaban dispuestos a abandonarlo con la finalidad de socorrer a los atenienses.
Los atenienses, al darse cuenta de que por nada del mundo los espartanos aceptarían ayudarlos, responderían haciéndoles creer que aceptarían las condiciones de paz de Mardonio.
En consecuencia, y de manera casi inmediata, unos 5.000 hoplitas espartanos, al mando de Pausanias, acompañados por unos 35.000 ilotas y 17.000 hoplitas peloponesios, se dirigieron a Atenas con la finalidad de librarla de los persas.
Retirada persa hacia la provincia de Beocia
Al enterarse Mardonio de que un gran ejército compuesto por espartanos, peloponesios e ilotas marchaba desde el Peloponeso hacia el Ática, decidió retirarse inmediatamente de la ciudad de Atenas. No obstante, y de forma vengativa, daría la orden a sus tropas de arrasar con la ciudad antes de que se marcharan a la provincia de Beocia, en el norte.
El poderío militar y la destreza en combate de los espartanos gozaba de mucho prestigio y fama en el mundo antiguo. Mardonio, siendo consciente de ello, y al enterarse de que una subdivisión del ejército de los espartanos se aproximaba a la polis de Mégara, daría la orden a la caballería persa de tomarla y cortar así el paso a los espartanos.
Sin embargo, ya era demasiado tarde. El ejército espartano estaba a punto de llegar a la polis de Mégara, por lo que Mardonio decidió retirar la caballería persa de un temprano e improvisado encuentro con los espartanos, reagrupando la totalidad de su ejército en la provincia de Beocia.
Tras esto, levantaría el campamento persa en territorio tebano, específicamente a orillas de la ribera septentrional del río Asopo. El campamento persa tenía una extensión de 1.800 m2 y albergaba en su interior unas 120.000 unidades de combate.
Primera fase de la batalla de Platea
Mardonio escoge el campo de batalla
Las tropas procedentes del Peloponeso se encontraban ya en Beocia, listas para el inminente combate en contra de los persas. Mardonio, quien gozaba de un gran intelecto y de mucha astucia, había escogido el campo de batalla con sumo cuidado, pues sabía que en las llanuras sus jinetes serían muy efectivos.
Sin embargo, los griegos no se adentraron lo suficiente como para entrar en desventaja con respecto a los persas, sino que permanecieron en terreno elevado, muy cerca de las colinas.
Los jinetes persas atacan a las tropas griegas
La estrategia de Mardonio no resultó según lo previsto; sin embargo, este no esperaría al siguiente movimiento de los griegos, sino que lanzaría un ataque relámpago con su caballería a las tropas griegas.
Al contemplar que la caballería enemiga se aproximaba, el ejército de los aliados se agruparía en orden de batalla a los pies de las colinas, extendiéndose por unos cinco kilómetros aproximadamente. Las famosas formaciones en falange serían fuertemente custodiadas en sus flancos por unas 70.000 unidades de infantería ligera.
El general persa, Masistio, cae en batalla
La batalla de Platea había comenzado. Los persas, bajo el mando de Mardonio, harían gala de increíbles estrategias tácticas ofensivas y defensivas; las tropas griegas, siendo comandadas en su mayoría por Pausanias, se refugiaría en su disciplina militar, confiando en su entrenamiento ciegamente.
La caballería persa arremetería con una lluvia de flechas y proyectiles a los hoplitas de las polis griegas. Mientras tanto, Masistio, el general que liberaba a la caballería aqueménida en batalla, buscaba incesantemente el punto débil de las formaciones griegas. Finalmente, lo encontraría en un escuadrón de 3.000 hoplitas procedentes de Mégara, por lo que, sin dudarlo, arremetería en su contra.
Los hoplitas de Mégara solicitaron de forma inmediata ayuda al resto de los batallones. En consecuencia, 300 hoplitas atenienses y un contingente de arqueros se ofrecerían voluntariamente a auxiliarles. Al poco tiempo, los atenienses llegaron para socorrer a los hoplitas de Mégara y un duro enfrentamiento, en el cual quedaría atrapado Masistio, estallaría.
Masistio, quien confiaba ciegamente en la protección que su armadura dorada le brindaba, comandaba a la caballería persa que azotaba a los hoplitas de Mégara y Atenas. No obstante, una flecha impactaría en su montura, siendo arrojado al suelo por su propio caballo y, en un abrir y cerrar de ojos, sería abordado por las tropas griegas, las cuales acabarían con su vida.
Los griegos avanzan a la fuente de Gargafia
La noticia de la muerte del general persa se expandió rápidamente por todo el campo de batalla. El escuadrón de la caballería persa enardecería en cólera tras enterarse del fallecimiento de Masistio, por lo que intentarían recuperar su cuerpo; sin embargo, serían repelidos por nuevos refuerzos helenos. La caballería persa, al verse impotente ante los hoplitas griegos, huyó en retirada hacia su campamento.
Los distintos batallones griegos celebrarían con júbilo la muerte de Masistio e incluso pasearían su cadáver por cada batallón griego, como si de una inyección de moral y energía se tratase.
Por otro lado, las unidades persas recibieron un duro golpe en su moral y espíritu de combate. Los griegos, siendo conscientes de la temporal debilidad de los persas, moverían sus tropas varios kilómetros hacia adelante y, posteriormente, tomarían el control de la fuente de Gargafia, donde podrían reabastecerse de agua más fácilmente.
Segunda fase de la batalla de Platea
Distribución de los ejércitos
Las tropas griegas, ahora ubicadas cerca de la fuente de Gargafia y preparadas para el próximo asalto, se formarían de la siguiente manera:
- Ala derecha: 5.000 espartanos y 5.000 lacedemonios, ambos comandados por Pausanias, quien fuese el comandante en jefe del ejército griego. Los tegeos, alrededor de 1.500 unidades de combate, también formarían parte del ala derecha.
- Ala izquierda: atenienses y plateos, comandados por Arístides, y, un poco más a la izquierda, esto es, entre los espartanos y los atenienses, se encontraba un gran contingente de peloponesios.
Cabe destacar que ambas alas se encontraban fuertemente respaldadas por la infantería ligera, cuya función era la de proteger los flancos (el lado más vulnerable de cualquier ejército).
Por otro lado, Mardonio, quien conocía y temía el poder efectivo de combate de los espartanos, situó en su ala izquierda un escuadrón constituido únicamente por guerreros de élite (esto es, en frente de los espartanos). El ala derecha del Imperio aqueménida quedaría constituido por tropas griegas que servían a dicho imperio (sí, algunas polis griegas se habían aliado con los persas).
Sacrificios a los dioses
Todo estaba preparado para que el segundo asalto comenzase; no obstante, ambos ejércitos no se moverían, sino que se quedarían plantados en el terreno de batalla durante ocho días, limitándose únicamente a observarse mutuamente.
Mientras todo esto sucedía, tanto persas como griegos clamaron a sus dioses con sacrificios para así obtener un buen presagio de estos.
En este punto de la historia, la batalla entre el Imperio aqueménida y la alianza del mundo heleno se había convertido en una batalla de desgaste. Sin embargo, este no afectaría a ambas partes por igual, pues los griegos habían desplegado su ejercito cerca de la fuente de Gargafia, por lo que contaban con suficiente agua, así como también tenían una ruta de suministros directa desde Mégara hasta su posición.
La caballería persa ataca nuevamente a los aliados
Mardonio, comprendiendo que mantener una batalla de desgaste en esas condiciones perjudicaría más a su ejército que al griego, se dispuso a atacar a los griegos, pero esta vez de forma sistemática.
Para empezar, cortó la ruta de suministro de los griegos, pues, por extraño que parezca, estos no la custodiaban, así que resultó muy fácil para la caballería persa hacerse con sus provisiones.
Desde ese día, el octavo tras el inicio de la segunda fase de la batalla, Mardonio continuó hostigando intermitentemente a las tropas griegas con sus caballos, específicamente a la infantería ligera.
Al undécimo día, espartanos y atenienses optarían por intercambiar posiciones (la razón aun es desconocida, así como también la veracidad de este hecho), lo cual llegaría a los oídos de Mardonio.
El general persa, siendo un hábil estratega, también movió sus tropas de élite, pues sabía que solo éstas estaban en capacidad de enfrentarse a la poderosísima falange espartana.
Los espartanos, al enterarse del movimiento estratégico de Mardonio, volverían al ala derecha, justo como en el principio; sin embargo, y en medio de esta confusión, Mardonio lanzaría un ataque relámpago que tomaría por sorpresa a los griegos.
Los espartanos y atenienses retroceden
Una lluvia de flechas invadiría nuevamente el campo de batalla. Esta vez, los espartanos no estaban preparados para dicho ataque, por lo que perderían su posición privilegiada en la fuente Gargafia y, con ello, la capacidad de reabastecer a todo el ejército griego. Mardonio apostó sus arqueros en la fuente Gargafia y les impidió a los griegos recuperar dicha posición.
Los generales griegos, tras reunirse y analizar la situación con detenimiento, decidieron retroceder y abandonar su posición actual, pues era de vital importancia poder reabastecerse de agua, así como también tener una línea de suministros directa desde las polis cercanas.
Tercera fase de la batalla de Platea
Amonfareto se niega a huir del enemigo
Al caer la noche, los griegos abandonaron sus posiciones. Tanto espartanos como atenienses tenían la intención de volver a los pies de la montaña, específicamente a un lugar denominado «la isla», donde podrían reabastecerse de agua con gran facilidad. Los atenienses mantuvieron su posición en el ala izquierda, que ahora sería la derecha, y los espartanos, en el ala derecha, que ahora sería izquierda.
Por alguna razón desconocida, en el momento de la retirada una subdivisión espartana tomó el camino equivocado, por lo que cambiarían, sin percatarse, su rumbo hacia Platea. Al llegar a Platea, los espartanos que se habían desviado decidieron acampar a las afueras de la ciudad.
Pausanias, quien era comándate en jefe del ejército espartano, ordenó su retirada inmediatamente, pero Amonfareto, un comandante espartano, se negó a retirarse. Nuevamente, los espartanos, haciendo gala de un pensamiento casi lunático, discutirían si retirarse era una acción digna o, de lo contrario, un acto de cobardía.
Mardonio se entera de la desorganización espartana
La noticia de una disputa entre espartanos llegó a los oídos de los atenienses, quienes de manera inmediata enviaron a un heraldo para cerciorarse de lo acontecido y así esperar nuevas instrucciones de Pausanias, el comandante en jefe espartano.
Lo antes mencionado ocurrió en horas de la madrugada, y llegaría a su fin en horas de la mañana, cuando Pausanias y el resto de los espartanos decidieron abandonar a Amonfareto y continuar su marcha.
Amonfareto, al percatarse de que quedarse solo en la retaguardia con su regimiento sería un suicidio (similar a lo ocurrido en la batalla de las Termópilas), decidió seguir a Pausanias y al resto de los espartanos. Por otro lado, el heraldo de los atenienses volvería con el mensaje de que el conflicto espartano había sido solucionado, por lo que los atenienses y plateos reanudarían su marcha.
Mardonio, al enterarse de que un regimiento de los espartanos (el de Amonfareto), se había retrasado respecto del de Pausanias (Amonfareto y los que estaban a su mando marchaban un par de kilómetros atrás), decidió enviar todo su poderío militar en contra de los espartanos, aprovechando que estos se encontraban divididos.
La caballería persa ataca a Amonfareto y su regimiento
Todas las unidades de caballería persas salieron a toda prisa a acabar con los espartanos. Amonfareto se percató de que la caballería persa se aproximaba, pero su marcha no se perturbó. En poco tiempo, la caballería persa se encontraba sobre Amonfareto y sus guerreros, los cuales inmediatamente establecieron una poderosa falange espartana para resistir el ataque persa.
Pausanias y el resto de los espartanos acudieron de forma inmediata al campo de batalla, así como también los atenienses y los otros aliados. No obstante, los persas atacaban incesantemente con una lluvia de flechas que forzaba a los espartanos a mantenerse inmóviles y en posición de defensa.
Por si fuera poco, la infantería persa, que había partido junto con la caballería, comenzó a llegar paulatinamente al campo de batalla. En este punto, los espartanos se encontraban en total desventaja. Pausanias elevaba oraciones y plegarias a sus dioses, buscando respuestas sobre lo que debía ordenar a sus tropas.
Los tegeos toman la iniciativa
Si los espartanos hubiesen mantenido una posición defensiva durante más tiempo, tal vez hubiese sido otro el desenlace de esta historia. Sin embargo, los tegeos, al contemplar cómo los espartanos comenzaban a perecer frente a la lluvia de flechas persas, tomaron la iniciativa y, sin pensárselo dos veces, se lanzaron en contra de los persas.
Pausanias contempló asombrado el avance de los tegeos, por lo que diría a las tropas espartanas que los dioses le habían asegurado la victoria. Inmediatamente, los espartanos se lanzaron al ataque contra los persas.
Fue en este entonces cuando el inmenso poder de los espartanos quedó demostrado, pues poco a poco comenzaron a diezmar a las tropas persas, las cuales palidecían bajo el poder espartano.
Mardonio cae en batalla
En este punto de la batalla, el mismísimo Mardonio se encontraba luchando junto con sus guerreros de élite en el frente de batalla. Sin embargo, el gran estratega persa, al igual que Masistio, caería en batalla.
La muerte de Mardonio sellaría la victoria de los aliados, pues los persas, al enterarse de que su general había fenecido, huyeron en retirada hacia su campamento.
Los atenienses, quienes habían estado ocupados luchando fervientemente contra los aliados griegos de Persia, salieron en persecución de la ya derrotada infantería persa junto a los espartanos y el resto de la infantería ligera.
Sin embargo, la caballería persa se quedaría en la retaguardia, levantándose, de esta manera, como un muro protector entre los aliados y la infantería persa.
Los aliados griegos mantuvieron la persecución hasta el mismísimo campamento persa. En un principio, el ejército persa defendió con éxito el perímetro de su campamento, pero, pasado un tiempo, se creó una abertura en el mismo, la cual fue aprovechada por los aliados. Los persas, viéndose superados por los griegos y conociendo su destino, no ofrecieron mayor resistencia, resignándose a morir.
Los aliados griegos, vencedores de la batalla de Platea
Los planes de conquista al mundo heleno de Jerjes I se vieron frustrados de la misma forma que los de su padre, Darío I. La derrota persa en la batalla de Platea, en tierra, y en la batalla de Mícala, en el mar, fueron la sentencia definitiva del fracaso del Imperio aqueménida.
No obstante, tiempo después, los conflictos bélicos entre el Imperio aqueménida y los griegos se reanudarían en la ultima y tercera guerra médica.
Referencias:
- La batalla de Platea. Wikipedia.
- Segunda guerra médica. [Capítulo 2] {Batalla de Salamina}. NSR Nobles Scutarii Rex.
- Segunda guerra médica. [Capítulo 3] {Batalla de Platea}. NSR Nobles Scutarii Rex.
- Connolly, P. (1981). La guerra en Grecia y Roma. Desperta Ferro Ediciones.