La impresionante batalla de Salamina fue un acontecimiento bélico en el cual el Imperio persa, tras conseguir derrotar a los espartanos comandados por el rey Leónidas I en la batalla de las Termópilas, se enfrentaría a la flota griega, liderada por Temístocles, en el estrecho de Salamina. A continuación, conoce la historia de uno de los más grandes conflictos bélicos marítimos de la antigua Grecia.
Contexto histórico de la batalla de Salamina
Segunda guerra médica
En el año 480 a. C., un frustrado Demarato, quien fuese rey de Esparta desde el 515 a. C. hasta el 491 a. C., año en el que fue depuesto del trono, traicionaría a su polis y a toda Grecia tras aliarse con el rey de Persia, Darío I, y posteriormente con su hijo Jerjes I, con la finalidad de conquistar todo el territorio heleno.
De esta manera, daría inicio el conflicto bélico conocido como la segunda guerra médica (una de las contiendas de las guerras médicas).
La batalla de las Termópilas
Jerjes el Grande marcharía desde territorio persa por todo el Helesponto conquistando lo que encontraba a su paso. Según Heródoto, el padre de la historia en Occidente, los tracios temían tanto a los persas que ni siquiera se atrevían a cosechar sobre la tierra donde éstos habían pisado.
Unos 210.000 hombres y 75.000 animales constituían el ejército del Imperio persa, el cual se enfrentaría en la batalla de las Termópilas a una alianza griega de 2.800 peloponesios, 700 tespios, 400 tebanos, 1000 focidios, el ejército entero de los locros y 300 espartanos; todos comandados por una misma persona: el rey espartano Leónidas I.
La alianza griega resistiría durante una semana, defendiendo el estrecho paso de las Termópilas del inmenso ejército persa. No obstante, un residente oriundo de aquellas tierras traicionaría a los griegos al mostrarle a los persas un camino por donde podrían flanquear a la poderosa falange espartana. Así pues, Leónidas, junto a sus 300 guerreros espartanos, perecerían ante los persas en dicho lugar.
La huida a la isla de Salamina
La muerte de Leónidas y la estrepitosa derrota de los espartanos, peloponesios, tespios, tebanos, focidios y locros en el paso de las Termópilas, acabaría con la moral de gran parte de la alianza griega. Ésta se retiraría del frente de batalla, dejando de esta manera el camino libre a Jerjes y a su ejército.
Los persas arrasaban con todo a su paso, quemando y saqueando cada templo que encontraban. En consecuencia, se hicieron con el control de muchas ciudades, las cuales no vacilaron en rendirse. El Imperio persa, que se caracterizaba por exigir a las ciudades conquistadas contingentes que se uniesen a su ejército, consiguió de esta manera aumentar el tamaño de su ejército.
Mientras tanto, en Atenas todo era un caos absoluto y la gran mayoría de sus ciudadanos querían huir de la ciudad, pues sabían que los persas no tardarían en llegar. Es por ello que muchos la abandonarían, refugiándose en islas cercanas; tan solo unos pocos decidirían quedarse a defender los templos atenienses.
Por otro lado, los combatientes atenienses, junto a la alianza griega y su considerable flota de trirremes, decidirían refugiarse en la isla de Salamina, a tan sólo un kilómetro de la costa ateniense. Preocupados por el inminente arribo persa, los atenienses consultaron al oráculo de Delfos sobre su incierto futuro.
El oráculo de Delfos respondió con la siguiente frase:
Zeus, el de penetrante mirada, proporcionará a la Tritogenia un muro de madera inexpugnable que os socorrerá a vosotros y a vuestros hijos.
Temístocles, quien fuese el líder militar ateniense, interpretaría las palabras del oráculo como una victoria segura para la alianza griega, proporcionada por su trirremes y galeras ligeras.
La caída de Atenas
Los persas no tardaron en llegar a la ciudad de Atenas, y, al no encontrar prácticamente resistencia alguna, arrasaron con todo a su paso. Los atenienses y el resto de la alianza griega contemplaron desde la isla de Salamina la caída de la ciudad de Atenas, cuyos templos y monumentos fueron incendiados por los persas.
Temístocles, haciendo gala de su gran liderazgo como general, logró convencer al almirante de la flota espartana, Euribíades, y al resto de los aliados de mantener su posición en Salamina. Mientras tanto, Jerjes «observaba» con sus 1.207 navíos desde la costa ateniense.
La batalla era inminente. Temístocles confiaba en las palabras del oráculo de Delfos, pero también comprendía que la flota persa era, al menos, unas tres veces superior en número que la flota de los aliados, por lo que el escenario era bastante desfavorable para los griegos; además, su moral se encontraba resentida tras la derrota en las Termópilas y la caída de Atenas.
Fuerzas navales enfrentadas
Según Heródoto, las fuerzas navales de ambos contendientes estaban compuestas de la siguiente manera:
Flota persa
- 300 trirremes de Fenicia.
- 100 trirremes de Cilicia.
- 70 trirremes de Caria.
- 30 trirremes de Panfilia.
- 200 trirremes de Egipto.
- 100 trirremes de Eólida.
- 30 trirremes de Dorios.
- 150 trirremes de Chipre.
- 100 trirremes de Frigia helespóntica.
- 50 trirremes de Licia.
- 17 trirremes del archipiélago de Cícladas.
- Total: 1.207 trirremes.
Aclaración: El Imperio persa o aqueménida era un conglomerado polígloto proveniente de todos los pueblos sometidos, previamente, por los persas. Por tal motivo, la flota persa estaba formada por trirremes procedentes de diferentes naciones; todas, bajo la influenza y el control persa.
Flota griega
- 180 trirremes de Atenas.
- 40 trirremes de Corinto.
- 30 trirremes de Egina.
- 20 trirremes de Calcis.
- 20 trirremes de Megara.
- 16 trirremes de Esparta.
- 15 trirremes de Sición.
- 10 trirremes de Epidauro.
- 7 trirremes de Eretria.
- 7 trirremes de Ambracia.
- 5 trirremes de Trecén.
- 4 trirremes de Naxos.
- 3 trirremes de Léucade.
- 3 trirremes de Hermione.
- 2 trirremes de Estira.
- 1 pentecóntero de Citnos.
- 2 trirremes de Ceos.
- 2 pentecónteros de Milo.
- 1 pentecóntero de Sifnos.
- 1 pentecóntero de Serifos.
- 1 trirreme de Crotona.
- Total: 366 trirremes y 5 pentecónteros.
Euribíades, general espartano, era quien comandaba la flota aliada de «forma oficial», aunque la realidad y la historia no le recordarían de la misma forma que a Temístocles, quien comandaría de facto a la armada griega.
Desenlace de la batalla de Salamina
A pesar de que la flota persa superaba en número a la de los aliados, no atacaron de forma precipitada a los griegos, pues, gracias a Demarato, Jerjes los conocía a la perfección y pensaba que serían incapaces de mantenerse alineados, bajo un mismo mandato, durante mucho tiempo.
La trampa de Temístocles
Por su parte, Temístocles, confiando en la profecía del oráculo de Delfos, propiciaría el inicio de la batalla al enviar un mensajero a Jerjes y hacerle creer que la flota griega se disponía a escapar de la isla de Salamina.
En consecuencia, Jerjes, quien desde un principio quería conquistar todo el territorio heleno en una rápida campaña, se lanzó al ataque, cayendo de esta manera en la trampa de Temístocles.
El rey persa decidiría entrar con todo su poderío naval al estrecho de Salamina durante la madrugada, pues creía firmemente que la flota aliada estaba dispuesta a huir.
El plan de Temístocles había salido a la perfección, ya que, en la angostura de los estrechos, la inmensa cantidad de trirremes persas serían incapaces de maniobrar sin chocar entre sí y romper su formación.
Por su parte, la flota griega mantuvo su estrategia de engaño hasta al final, por lo que los persas se lanzarían a toda prisa en su contra. Cuando los persas estuvieron lo suficientemente adentrados en el estrecho, los griegos lanzaron su grito de guerra:
Hijos de Grecia, liberad vuestra patria, liberadla para vuestros hijos, liberadla para vuestras mujeres y liberad los santuarios de los dioses de vuestros padres y las tumbas de vuestros ancestros. Ahora, combatid por todos ellos.
El ataque sorpresa de la flota de los aliados
Jerjes, quien observaba desde un trono de madera en el monte Egaleo, contempló consternado cómo Temístocles le había engañado. El ataque sorpresa de la flota de los aliados les tomó por sorpresa; además, maniobrar en el estrecho de Salamina les resultaba complejo.
La flota de los aliados tomaría ventaja de ello y embestiría con el espolón (1) de sus trirremes a los navíos persas, partiendo a la mitad a muchos de estos. Si bien la infantería persa, a bordo de sus navíos, consiguió capturar varias unidades enemigas, esto no fue suficiente para detener el embate de la flota de los aliados.
La derrota había sido estrepitosa, por lo que los persas decidieron huir para reagruparse; sin embargo, la flota de los aliados, especialmente los trirremes atenienses, acabarían con muchos de los navíos persas que intentaban escapar. Por si fuera poco, los griegos no mostraron piedad alguna con los persas que caían al océano, pues los ahogaban, atacándolos sin piedad con sus remos, flechas y/o lanzas.
Victoria de los aliados y retirada persa
Víctima de su frustración, Jerjes tomó la decisión de poner gran parte de su ejército (más de 100.000 hombres) a manos de Mardonio, un general persa que gozaba de su total confianza, y volver a Asia con el resto de su ejército. De esta manera, el futuro de la campaña persa había quedado bajo su responsabilidad.
Los acontecimientos de la segunda guerra médica continuarían meses después, en tierra, en la batalla de Platea, y en mar, en la batalla de Mícala.
(1) Cuerno de bronce que poseían sus navíos.
Referencias: