Edicto de Milán

A principios del siglo IV de la era común, el Imperio romano daría inicio a un nuevo capítulo en su larga historia mediante la promulgación del Edicto de Milán (año 313).

Tal sería el impacto de este decreto que, hoy, diecisiete siglos después de su promulgación, el cristianismo, una de las tantas religiones que dicho imperio permitió, se ha convertido en la más grande e influyente en todo el mundo.

El Edicto de Milán, sin embargo, no solo supuso un punto de inflexión para la historia de la cristiandad, sino también uno para la historia de Roma en sí misma.

Desde su implementación, el paganismo comenzó a perder relevancia paulatinamente en las provincias del Imperio, hasta el punto de ser sustituido como religión oficial por el cristianismo, en el año 380, a través de la promulgación del Edicto de Tesalónica. 

¿Qué fue el Edicto de Milán?

El Edicto de Milán, en latín, Edictum Mediolanesse, fue una carta de género epistolar y naturaleza jurídica promulgada en el año 313 por los emperadores Constantino I y Licinio, dirigentes del Imperio romano de Occidente y del Imperio romano de Oriente respectivamente, mediante la cual se estableció la libertad de religión en el Imperio romano.

El emperador Constantino estableciendo las primeras normas sobre la igualdad entre las religiones.
Ilustración del emperador Constantino estableciendo las primeras normas sobre la igualdad entre las religiones.

Así, por tanto, la promulgación del Edicto de Milán supuso el fin de casi trescientos años de persecuciones sistemáticas dirigidas a ciertos grupos religiosos, y con especial ahínco a los cristianos, en todas las provincias del Imperio romano, tanto en Oriente como en Occidente.

Antecedentes del Edicto de Milán

Las reformas de Diocleciano

Tras el ascenso de Diocleciano como emperador en el año 284, darían inicio una serie de reformas en todo el territorio occidental del Imperio romano.

Estas reformas, la mayoría de carácter cultural y religioso, tuvieron como principal objetivo la renovación de la identidad romana, así como su religión y las tradiciones derivadas de esta, incluida la costumbre de adorar al emperador como si de una divinidad se tratase.

Ante tal despertar cultural, el cristianismo, una religión que rechazaba la adoración de hombres, el politeísmo y la esclavitud, se alzó como una barrera entre las reformas de Diocleciano y su feligresía, por lo que no es de extrañar que sus seguidores fueran perseguidos tanto por Diocleciano como por otros emperadores romanos como Domiciano, Nerón, Trajano e, incluso el apacible Marco Aurelio.

Estas persecuciones, sin embargo, no se llevaron a cabo con particular saña sobre los cristianos por sus ideas religiosas, sino porque constantemente eran acusados de conspirar en contra del Estado romano incurriendo en delitos de lesa majestad en su intento por predicar sus creencias al pueblo romano.

Edicto de Tolerancia de Nicomedia

El 30 de abril del año 311, el emperador Galerio Maximiano puso fin a la persecución de cristianos y a toda medida represiva relacionada con estos mediante la promulgación del Edicto de Tolerancia de Nicomedia.

Tras esto, Galerio sentaría una base jurídica sobre la cual los emperadores Constantino I el Grande y Licinio establecerían, dos años más tarde, una nueva reforma de tolerancia religiosa mediante la promulgación del Edicto de Milán.

Características del Edicto de Milán

Género literario

Proclamación del Edicto de Milán
Ilustración de la proclamación del Edicto de Milán, obra de John Harris Valda (siglo XX).

Tal y como era tradición en la Edad Antigua, el Edicto de Milán fue redactado de manera epistolar, lo que significaba que, tras su lectura, el remitente, en este caso, Constantino I y Licinio, esperaba una respuesta (accionar) por parte del lector, en este caso, el pueblo romano y sus magistrados.

Naturaleza

El Edicto de Milán poseía naturaleza jurídica, en otras palabras, su cumplimiento era obligatorio.

Alcance y poder

El alcance y poder jurisdiccional del Edicto de Milán era, por mucho, superior al del resto de disposiciones previas emanadas por los Augustos de la época (Constantino I y Licinio) y sus antecesores. De manera tal, que, si una disposición antigua entrase en conflicto con lo establecido en Milán, esta debía ser anulada.

Remitentes y signatarios

Constantino I el Grande, emperador de Roma en Occidente, y Licinio, emperador de Roma en Oriente.

Consecuencias del Edicto de Milán

Derechos concedidos

Se concede la libertad de culto a los cristianos y al resto de religiones de la época.

Dada la naturaleza jurídica del Edicto de Milán, su aplicación debía ser inmediata y no estaba sujeta a discusión alguna.

A pesar de ello, la recién instaurada libertad de culto fue resguardada mediante el cumplimiento de una nueva ley inherente a la nueva identidad imperial, benevolente y tolerante en materia religiosa.

Por tal motivo, se ordenó el respeto por la divinidad y la libre decisión (individual) de culto de las personas.

Anulación de disposiciones previas

Se ordena la anulación de las disposiciones, relacionadas con los cristianos, que hayan sido emanadas previamente a lo establecido en Milán.

Toda disposición que haya sido promulgada con anterioridad, y que legisle en contra del libre culto, especialmente el de los cristianos, debía ser anulada inmediatamente tras la promulgación del Edicto de Milán.

De manera tal que no exista contradicción entre disposiciones, y que se establezca una línea coherente en las ordenanzas emitidas por los Augustos tanto en Oriente como en Occidente.

Devolución y reparo de disposiciones previas

Se ordena la inmediata devolución a los cristianos de los locales y demás pertenencias que le hayan sido confiscadas por el Estado o compradas por particulares, incluso de manera legal.

En base a lo establecido en la disposición previa y para dar constancia de la naturaleza y alcance jurídico del Edicto de Milán, todo local o pertenencia, que hubiese sido confiscada o comprada forzosamente a los cristianos por el Estado o por particulares, debía ser devuelta inmediatamente a sus dueños originales.

Asimismo, si alguien se viese afectado económicamente por esta disposición, este tiene el derecho de reclamar una indemnización al Estado. De manera tal que la benevolencia del Estado romano aplique tanto para cristianos como para el resto de la población.

Diferencias entre el Edicto de Milán y el Edicto de Tesalónica

Estructura

A pesar de compartir la misma naturaleza epistolar y jurídica, el Edicto de Milán presenta una clara diferencia estructural respecto al Edicto de Tesalónica, pues, a diferencia de este último, no puede ser desglosado en dos únicas disposiciones, sino en tres: libertad de culto, anulación de disposiciones previas y reparo de las mismas.

Esencia

A diferencia del Edicto de Tesalónica, el Edicto de Milán hace gala de una narrativa epistolar benevolente, reconciliatoria e igualitaria.

El primero, por su parte, se limita a establecer una única ordenanza: la adhesión obligatoria y coercitiva al cristianismo católico y el rechazo inmediato de toda religión o doctrina fuera de esta.

Trascendencia

Si bien la promulgación del Edicto de Milán supuso un punto de inflexión en la historia de Roma y la historia de la cristiandad, su impacto cultural fue, por mucho, inferior al que estableció Teodosio el Grande mediante la promulgación del Edicto de Tesalónica.

Pues, si el Edicto de Milán estableció la tolerancia y reconciliación (en cierta medida) entre romanos y cristianos, el Edicto de Tesalónica instauró al cristianismo católico como religión oficial del Imperio romano a la par que prohibió cualquier otra doctrina cristiana fuera de esta, como, por ejemplo, el arrianismo.

Referencias

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