La religión en Esparta: dioses, cultos y rituales

Resulta una verdad casi trivial afirmar que para comprender la idiosincrasia de cualquier pueblo de la Antigüedad, es imprescindible adentrarse en su cosmovisión religiosa. Sin embargo, en el caso de Esparta, esta máxima cobra una dimensión excepcional.

A diferencia de Atenas, donde la piedad se entrelazaba con la vida cívica y la polis participaba en una rica variedad de cultos, la religión espartana evolucionó de manera tan simbiótica con su peculiar sistema de vida que se convirtió en un pilar más de su organizada educación militarista (la famosa agogé).

Lejos de ser una esfera separada de la vida pública, los dioses, héroes y rituales en Lacedemonia servían como un formidable refuerzo de los valores que cimentaban el Estado.

La disciplina, la obediencia, la resistencia física y el valor en la batalla no eran solo virtudes enseñadas por los instructores, sino que eran santificadas y ensalzadas a través de las prácticas religiosas. En este sentido, la religión espartana no era un camino hacia la iluminación espiritual, sino un camino hacia la perfección espartana.

Sus creencias y cultos no pretendían tanto la comunión con lo divino como la consolidación del ideal ciudadano-soldado que hizo de Esparta una de las potencias más singulares del mundo griego.

En este artículo, desentrañaremos cómo esta singularidad se manifestó en su panteón, en sus fiestas y en sus más impactantes rituales.

Sacerdotes espartanos

El panteón espartano: entre la tradición y la singularidad

Si bien Esparta compartía con el resto del mundo griego un panteón de divinidades olímpicas, la devoción espartana se centró de manera particular en ciertas figuras, dándoles un carácter propio que reflejaba sus valores y su historia.

No se trataba de una religión cosmopolita, sino de una piedad profundamente arraigada en el suelo de Laconia y en su estricto código de vida.

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Zeus y Atenea: los pilares de la reforma de Licurgo

Las fuentes literarias, como la obra de Plutarco, nos revelan que la reforma del legendario legislador Licurgo no solo fue política, sino también religiosa.

Se honraba a Zeus Silanio y a Atenea Silania, en honor a quienes el propio Licurgo habría mandado construir un santuario.

Esta particular advocación, que asocia a las deidades olímpicas con el epíteto Silanio, las establece como patronas de la nueva constitución espartana, de la ley y del orden. Son, en esencia, las divinidades que bendicen y protegen el inmutable sistema político y social de la polis.

Apolo: el oráculo, la música y las Carneas

El culto a Apolo tenía una importancia capital en Esparta. La profunda conexión con el Oráculo de Delfos es un testimonio de la veneración que se le profesaba, pues fue la inspiración divina de Apolo la que, según la tradición, guio a Licurgo en la elaboración de sus leyes.

Apolo, sin embargo, no era sólo una figura legisladora, sino también una deidad de la música y la guerra. En su honor se celebraban las Carneas, una de las festividades más importantes del calendario espartano, que combinaba aspectos musicales y artísticos con la preparación militar y un carácter marcadamente guerrero.

Apolo, en este contexto, era el dios que infundía orden y armonía, pero también el que guiaba al soldado en la contienda. Además, Apolo recibió culto junto a su amado Jacinto en el santuario de Amiclas, lo que vincula al dios con la tierra y el ciclo de la vida y la muerte.

Heracles, Menelao y Helena: los héroes fundacionales

El culto a los héroes míticos jugaba un papel crucial en la identidad espartana. Los reyes de Esparta, por ejemplo, se jactaban de descender directamente de Heracles, el más grande de los héroes griegos, lo que legitimaba su poder y los conectaba con un linaje de fuerza y resistencia.

Del mismo modo, Menelao y Helena, los legendarios héroes de Laconia, eran venerados en el Menelaion, un santuario dedicado a ellos.

Este culto heroico servía para recordar a los espartanos su glorioso pasado y para cimentar su sentido de pertenencia a una estirpe de guerreros y figuras míticas.

Artemisa Ortia: la diosa del rito y la disciplina

Representación de Artemisa Ortia
Representación de Artemisa Ortia en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. (año 660 a. C.). Imagen: Wikipedia.

Si tuviéramos que elegir una divinidad que encarnara la esencia de la piedad espartana, esa sería sin duda Artemisa Ortia. Su santuario, a orillas del Eurotas, era el corazón religioso de la polis. Su representación, de origen pregriego, vestida al modo cretense con arco y entre leones, nos habla de una antigüedad y un poder ancestral.

Artemisa Ortia era una diosa de múltiples facetas: protectora de la fertilidad, de la caza y de la guerra, pero sobre todo, era la divinidad de la agogé y la protectora de la clase militar espartana. Los innumerables exvotos de plomo y marfil encontrados en su santuario, muchos de ellos figurillas de soldados, son un testimonio mudo de esta devoción.

Ante su altar, como veremos más adelante, se mantenía el terrible ritual de iniciación que simbolizaba la dureza y la resistencia que todo espartano debía abrazar. Ella era la encarnación de la disciplina y el valor, virtudes que sostenían la fortaleza de la polis.

Cultos y rituales: la religión como pedagogía

Las festividades religiosas espartanas no eran meros actos de devoción, sino que funcionaban como auténticas instituciones pedagógicas. En ellas se ensalzaban los ideales y valores espartanos, se reafirmaba la cohesión social y se preparaba a los jóvenes para la vida militar. La religión era, en última instancia, una manifestación más de la agogé, el sistema educativo que forjaba a los ciudadanos-soldado.

Las Jacintias: luto, resurrección y cohesión

En el santuario de Amiclas, a los pies del imponente monte Taigeto, se celebraban las Jacintias, una de las fiestas más singulares y de mayor importancia para los espartanos. Dedicada a Apolo y al héroe Jacinto, la festividad se dividía en dos partes.

  1. La primera era un periodo de luto solemne, que recordaba la muerte trágica del héroe. Era un tiempo de recogimiento, sin coronas de flores ni canciones de alegría, un recordatorio de la fragilidad de la vida.
  2. Sin embargo, este duelo daba paso a una segunda fase de celebración y júbilo, que representaba la resurrección y la renovación. Era una fiesta comunitaria, con banquetes y danzas, que servía para fortalecer los lazos entre los ciudadanos y reafirmar la vitalidad del Estado espartano.

Las gimnopedias y las stafilodromías: danza, resistencia y memoria

Las gimnopedias y las stafilodromías eran festivales estrechamente ligados al entrenamiento y la preparación militar:

  • Gimnopedias: instituidas para recordar la derrota en Hísias (669 a. C.) como un ritual conmemorativo, eran famosas por sus exhibiciones gimnásticas, con jóvenes desnudos (de ahí su nombre, «fiesta de los niños desnudos») participando en danzas rituales, coros y competiciones. Platón mismo subraya la importancia de la resistencia física en estos rituales.
  • Stafilodromías: eran una especie de carrera o persecución ritual, vinculada con la vendimia y la fertilidad, pero que, en el contexto espartano, adquiría una clara connotación de agón, de competición y lucha.

Ambas festividades eran una ostentación pública de los valores espartanos: el valor, la disciplina y la obediencia, virtudes esenciales para la guerra y la supervivencia de la polis.

La diamastigosis: el terrible ritual de iniciación

El ritual más célebre y a la vez más controvertido del culto espartano tenía lugar ante el altar de Artemisa Ortia. Conocido como la diamastigosis, este rito de iniciación consistía en la flagelación pública de los jóvenes espartiatas.

La ceremonia, que Plutarco nos narra con detalle, no buscaba un castigo, sino una prueba de resistencia y valor. Los jóvenes debían soportar los latigazos sin emitir un sonido, demostrando así su capacidad para dominar el dolor y el miedo.

Aunque esta práctica puede parecernos bárbara hoy, su pervivencia hasta la época romana atestigua su importancia en la mentalidad espartana. Era la culminación de la agogé, el momento en el que el joven demostraba su valía y su inquebrantable adhesión a los ideales de la polis.

Referencias
  • Fernández Uriel, P. (2014). Historia antigua universal II. El mundo griego. Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
  • Rodríguez Alcocer, M.ª del Mar. La religión cívica en Esparta. En La Antigua Grecia hoy. De la ciudadanía y sus límites al «desarrollo sostenible», editado por Miriam Valdés Guía y Fernando Notario Pacheco, 251-265. Madrid: Ediciones Complutense, 2024. https://dx.doi.org/10.5209/div.018.14
  • Cartledge, P. (2002). Sparta and Lakonia: A Regional History 1300-362 BC. Routledge.
¿Cómo citar este artículo?

R. Fernández, J. La religión en Esparta: dioses, cultos y rituales. (2025, 19 de agosto). MuchaHistoria. https://muchahistoria.com/esparta-religion/ | Última actualización: 2025, 19 de agosto.

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