La prehistoria abarca el extenso periodo que va desde la aparición de los primeros seres humanos hasta la invención de la escritura. Este periodo se divide en tres grandes etapas: el Paleolítico, el Mesolítico y el Neolítico.
Cada una de estas fases estuvo marcada por cambios significativos en los hábitos alimenticios, que no solo determinaron la supervivencia de las primeras sociedades humanas, sino que también influyeron en su desarrollo cultural y evolutivo.
¿Qué alimentos comían en la prehistoria?
A modo de resumen se podría decir que los humanos primitivos dependían de su entorno, cazando y recolectando alimentos para satisfacer sus necesidades nutricionales. Nuestros ancestros consumían carne de animales que cazaban, así como plantas, frutos y semillas que recogían.
Alimentación en el Paleolítico
Durante el Paleolítico, la alimentación de los humanos se basaba en la caza y la recolección. Como nómadas, dependían de los recursos disponibles en su entorno, utilizando su ingenio para sobrevivir.
La dieta incluía carne de animales cazados, frutos silvestres, raíces y otros productos recogidos en la naturaleza. Esto les permitía obtener la energía necesaria, si bien es cierto que la escasez de alimentos era un desafío constante.
Los animales constituían una fuente importante de proteínas y grasas, mientras que las plantas ofrecían vitaminas y carbohidratos esenciales.
Acceder a fuentes de agua, como ríos y lagos, era vital, ya que esto aseguraba la hidratación y la supervivencia del grupo.
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Durante el Paleolítico inferior, la dieta de los homínidos se caracterizaba por ser variada y adaptativa, enfocándose en la recolección y la caza. Dependían en gran medida de recursos naturales, como frutos, raíces, nueces y pequeños animales. Este periodo marcó una evolución significativa en el uso de herramientas para obtener alimentos, lo que facilitó su acceso a una mayor diversidad alimentaria.
De hecho, los Homo habilis y los Homo erectus desarrollaron un comportamiento nutricional más complejo debido a su capacidad para fabricar herramientas. Estos homínidos eran carnívoros y omnívoros, lo que les permitía diversificar su dieta, incorporando proteínas animales junto con vegetales, lo que resultó en una mejor nutrición y, por ende, en su evolución.
Dependiendo del clima y de los recursos disponibles, estos grupos de homínidos desarrollaron diversas estrategias para conseguir alimentos, lo que se tradujo en un sofisticado conocimiento del entorno que les permitió prosperar en diferentes hábitats.
Por ejemplo, en regiones ricas en recursos acuáticos, como ríos y lagos, la pesca se convirtió en una fuente clave de proteína, mientras que en áreas más secas, la recolección de plantas y tubérculos se convirtió en el enfoque principal.
Aparte de lo anterior, las variaciones climáticas influían en la migración de animales y en el crecimiento de plantas, lo que afectaba directamente a las estrategias de caza y recolección de los homínidos.
El impacto del clima y el entorno en la disponibilidad de alimentos fue un desafío constante para los homínidos. Durante períodos de cambio climático, como glaciaciones o sequías, las comunidades debían adaptarse rápidamente, desplazándose hacia regiones más ricas en recursos.
Durante el Paleolítico superior, la dieta se volvió más variada y sofisticada. La caza de grandes animales, como mamuts y renos, proporcionó proteínas vitales. Además, se recolectaban frutos, semillas y raíces, lo que permitió una diversificación en la alimentación.
En esta época, la adopción de estrategias de caza combinadas mejoraron las posibilidades de obtener alimento. A menudo los humanos cazaban en grupos, utilizando trampas y técnicas de emboscada. La caza de varios tipos de animales, junto con la recolección de recursos vegetales, permitió contar con una alimentación más equilibrada y constante.
El descubrimiento del fuego proporcionó una herramienta fundamental que transformó la dieta. Cocinar los alimentos no solo los hizo más digeribles, sino que también mejoró su sabor y aumentó la seguridad al eliminar patógenos. Este avance no solo enriquecería la comidas, sino que también ayudaría a obtener más nutrientes esenciales.
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Alimentación en el Mesolítico
En esta etapa, las comunidades prehistóricas empezaron a incorporar nuevas especies alimenticias, como cereales y frutos secos. Este cambio no solo enriqueció su dieta, sino que también reflejó una adaptación a los cambios climáticos y a los nuevos ecosistemas que estaban emergiendo. Al experimentar con diferentes alimentos, lograron aumentar el aporte nutricional de su alimentación diaria.
Con la llegada del Mesolítico, la pesca se convirtió en una actividad fundamental para muchas comunidades. Se desarrollaron técnicas de pesca que les permitieron acceder a abundantes recursos hídricos, lo que tuvo un impacto positivo en su dieta, aportando proteínas y grasas esenciales que complementaban su ingesta diaria.
Además, la pesca fomentó la formación de asentamientos permanentes cerca de las fuentes de agua, facilitando el desarrollo de una vida comunitaria más estable y organizada.
Durante esta época se empezaron a implementar técnicas de conservación como el ahumado y el secado, las cuales permitieron a las comunidades almacenar alimentos para períodos de escasez. Al extender la vida útil de sus recursos, estos métodos contribuyeron significativamente a la seguridad alimentaria en un entorno a menudo incierto.
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Alimentación en el Neolítico
Durante el Neolítico, la alimentación sufrió una transformación significativa con la llegada de la agricultura. En lugar de depender únicamente de la caza y de la recolección, los humanos comenzaron a cultivar cereales y a domesticar animales, lo que permitió establecer asentamientos permanentes (lo que a su vez propició el desarrollo de sociedades más complejas y jerárquicas).
La variedad de alimentos se amplió, incluyendo legumbres y frutas, los cuales se convirtieron en elementos esenciales de tu dieta.
Entre los cultivos fundamentales en el Neolítico, destacan el trigo, la cebada y el maíz, cada uno adaptado a diferentes climas y regiones. El trigo y la cebada prosperaron en Medio Oriente, mientras que el maíz se estableció en América.
Con el aumento de la producción agrícola, surgieron innovaciones en el almacenamiento y conservación de alimentos. Se desarrollaron técnicas como el secado y la fermentación, que extendieron la vida útil de los alimentos y evitaron el desperdicio (lo que a su vez permitió afrontar mejor los períodos de escasez y mejorar la seguridad alimentaria).
Las innovaciones en el almacenamiento, como la construcción de silos y la utilización de recipientes de barro, fueron cruciales para preservar los alimentos durante las temporadas adversas. Estas técnicas no solo aumentaron la durabilidad de los productos, sino que también fomentaron el comercio entre comunidades, fortaleciendo las relaciones sociales y el intercambio cultural.
Respecto a la cría de animales en el Neolítico, esta se dividió en dos categorías principales:
- Animales de carga: facilitaban el transporte y la recolección de recursos (caso de los burros y de los yaks).
- Animales de producción: proveían carne, leche y pieles, esenciales para la supervivencia (ovejas, cabras y vacas).
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Importancia de la dieta en la evolución humana
La dieta de nuestros antepasados tuvo un impacto significativo en la evolución humana. A medida que los grupos prehistóricos se adaptaron a diferentes entornos, sus hábitos alimenticios cambiaron, lo que llevó a variaciones en la morfológica y fisiología de los seres humanos. Esto no solo influyó en su salud, sino que también desempeñó un papel crucial en el desarrollo cultural y social de las primeras sociedades.
Relación entre la alimentación y el desarrollo cerebral
La alimentación está directamente relacionada con el desarrollo cerebral. Consumir alimentos ricos en nutrientes, como proteínas y grasas saludables, permite un crecimiento adecuado del cerebro.
En la prehistoria, el aumento en la ingesta de carne y pescado propició un crecimiento significativo en el tamaño cerebral, facilitando habilidades cognitivas más complejas y la resolución de problemas.
Cambios en el sistema digestivo según los hábitos alimenticios
La transición de una dieta vegetariana a una más carnívora requirió adaptaciones para procesar alimentos más complejos y ricos en calorías. Estos cambios permiten absorber nutrientes de manera más eficiente, lo cual fue clave para la supervivencia y el desarrollo.
Con el tiempo, a medida que la dieta de los humanos primitivos se diversificó, se produjeron modificaciones importantes en su sistema digestivo. Por ejemplo, un aumento en el consumo de carne llevó a una evolución en la longitud del intestino y en la producción de ciertas enzimas digestivas, las cuales fueron esenciales para maximizar la absorción de nutrientes.
Estos cambios también resultaron en una mayor eficiencia en la obtención de energía necesaria para actividades vitales y el desarrollo de habilidades cognitivas avanzadas.
Salud y esperanza de vida: lecciones de la prehistoria
La salud y la esperanza de vida de nuestros antepasados estaban estrechamente ligadas a su dieta. La diversidad alimentaria garantizaba un consumo equilibrado de nutrientes, lo que resulta crucial para prevenir enfermedades y deficiencias nutricionales.
Estudios sobre la dieta prehistórica muestran que aquellos que llevaban una alimentación equilibrada gozaban de una mejor salud y una vida más prolongada.
La incorporación de una amplia variedad de alimentos, junto con un estilo de vida activo, contribuyó a que estos grupos desarrollaran una resistencia a diversas enfermedades.
- Muñoz Amilibia, A. M., Cabrera Valdés, V., Fernández Vega, A., Ripoll López, S., Hernando Grande, A., Menéndez Fernández, M. y Ripoll Perelló, E. Prehistoria. Tomo I. (febrero de 2005). Universidad Nacional de Educación a Distancia.
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R. Fernández, J. ¿Qué comían en la prehistoria? (2025, 7 de enero). MuchaHistoria. https://muchahistoria.com/prehistoria-alimentacion/ | Última actualización: 2025, 7 de enero.