Cartago

Cartago (del fenicio Qart Hadasht, que significa ciudad nueva) fue el nombre con el que se conoció a la colonia fenicia fundada por la princesa Elisa de Tiro hacia el año 814 a. C. en la costa mediterránea del actual Túnez.

A pesar de su origen fenicio, los cartagineses supieron adaptarse perfectamente a las costumbres de los numídicos, mauritanos y turdetanos, así como también a las características comerciales, políticas y militares propias de las antiguas civilizaciones mediterráneas.

Durante sus casi siete siglos de existencia, los cartagineses, también conocidos como púnicos, fueron respetados e, incluso, temidos por la mayoría de civilizaciones y colonias del Mediterráneo debido a su gran poder e influencia comercial, marítima, militar y política.

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Fecha y duración

Fundación de Cartago

Según relata la leyenda clásica sobre la fundación de Cartago, esta ciudad fue fundada en el año 814 a. C. por la princesa Dido de Tiro, nacida bajo el nombre de Elisa.

Desaparición de Cartago

En el año 146 a. C., la República romana redujo a escombros a la ciudad de Cartago, aniquilando en el proceso a casi toda su población, y con ello, a toda su cultura.

Duración de Cartago

Los descendientes de la reina Dido y su séquito poblaron el norte de la actual Túnez durante alrededor de 668 años.

Ubicación geográfica de Cartago

Cartago (capital del Estado púnico)

Norte de Túnez (situada a unos diecisiete kilómetros al noroeste de la capital homónima de Túnez).

Estado púnico (extensión total del dominio cartaginés)

Aquí habría que distinguir dos zonas:

  • En África, desde el noroeste de Marruecos (más allá del Estrecho de Gibraltar) hasta el Golfo de Sidra en Libia;
  • En Europa, sur de la península ibérica, Islas Baleares (España) y Córcega (Francia), así como parte de Cerdeña (Italia) y Sicilia (Italia).

Abajo os dejamos un mapa del Estado púnico, indicando también dónde estaba situada la ciudad de Cartago.

Mapa del Imperio cartaginés
Mapa del Imperio cartaginés en el año 264 a. C.

Origen, antecedentes y causas

Sidón: auge y caída

Hacia el año 1200 a. C., Sidón, una antigua ciudad fenicia, se erigía como la principal potencia comercial y marítima del Mediterráneo. Tal era su poder de comercio y riqueza que, incluso, pudo reconstruir varias ciudades fenicias desde sus ruinas, como, por ejemplo, Beritus (actual Beirut) y Acre.

Sin embargo, tras el arribo de los pueblos del mar, un conjunto de tribus de quien se conoce únicamente sus logros, y el inicio de su campaña militar en contra del Egipto de Ramsés II, toda la zona del Levante mediterráneo quedaría sumergido en un completo caos: el Imperio hitita se disolvió, los filisteos se hicieron con el control de Gaza, los arameos se asentaron en Siria y Sidón fue arrasada en el proceso.

Tiro: la era dorada fenicia

En medio del caos causado por los pueblos del mar y su lucha en contra de Egipto, Tiro, una ciudad con una fortaleza casi inexpugnable, se alzó como la principal ciudad fenicia de la región.

Precisamente, sería bajo el reinado de Hiram I (969939 a. C.) que Fenicia experimentaría su más grande esplendor como civilización.

Para lograr tal proeza, Hiram I ordenó la colonización de nuevos territorios en el Mediterráneo occidental, así como también la creación de un nuevo alfabeto (el alfabeto fenicio) mucho más práctico y sencillo que el cuneiforme, el jeroglífico y el hierático.

Asimismo, Hiram I estableció una alianza política y comercial con Salomón, el entonces rey de la Monarquía Unida de Israel, a quien incluso ayudó a construir el mítico Templo de Jerusalén.

Pigmalión, Elisa y Siqueo: codicia, astucia y desgracia

Tras la muerte de Matán I en el año 832 a. C., su hijo Pigmalión se alzaría como rey de Tiro tan solo un año después.

Desde inicios de su reinado, Pigmalión hizo gala de una codicia sin igual, llegando incluso a planificar un matrimonio entre su hermana Elisa y un sacerdote de Heracles, llamado Siqueo, solo para hacerse con la información del paradero de los tesoros que este último había ofrecido al semidios griego.

Elisa no solo supo la ubicación del tesoro de Siqueo, sino que también intuyó las verdaderas intenciones de Pigmalión, por lo que, tras hacerse con el tesoro de su esposo, decidió huir de Tiro junto a su séquito y su hermana Ana en el año 825 a. C.

Por su parte, Pigmalión, tras verse superado por su hermana, ordenó injustamente la muerte de Siqueo.

El nacimiento de Cartago

La aventura de Elisa por el Mediterráneo culminaría tras su arribo a Getulia, una ciudad situada en la costa africana de la actual Túnez. Según la leyenda cartaginesa, Elisa solicitó a Jarbas, el entonces rey de Getulia, un trozo de tierra para ella y sus hombres.

Dido construyendo Cartago
Dido construyendo Cartago, obra de J. M. W. Turner (año 1815).

Como habría de esperarse, el rey le respondería a Elisa de una forma sarcástica y socarrona, entregándole un trozo pequeño de piel de buey y diciéndole que tendría tanta tierra como pudiera abarcar con dicha piel.

Una vez más, haciendo gala de una astucia sin igual, Elisa cortó la piel del buey en tiras y con ellas formó el perímetro circular más grande que pudo, dejando completamente desconcertado al rey de Getulia.

En aquel perímetro, Elisa y sus hombres erigieron la Fortaleza de Brisa y, después, la ciudad de Qart Hadasht (Cartago) en el año 814 a. C. Desde entonces, los gétulos le comenzaron a llamar reina Dido de Cartago.

Etapas

Cartagineses: los fenicios de Occidente

El nacimiento de Cartago como colonia fenicia no supuso una ruptura cultural entre esta y su ciudad de origen, Tiro; de hecho, fue todo lo contrario: los cartagineses heredaron las tradiciones de Tiro e, incluso, veneraron a los mismos dioses, aunque esto último cambiaría con el paso de los años.

Si bien, en un principio, los cartagineses levantaron templos en honor a Melkart, la divinidad fenicia de la ciudad de Tiro, estos después se inclinarían a favor de la veneración de otras deidades como Baal y Tanit. Es más, esta última deidad se terminaría convirtiendo en la más importante de toda la mitología cartaginesa.

Etruscos y cartagineses: señores del comercio y la guerra

A pesar de considerarse a sí mismos como cananeos, al igual que muchos pueblos del Levante mediterráneo, los cartagineses hicieron gala de costumbres occidentales.

Así, por ejemplo, no dudaron en expandir su dominio por toda la costa de la actual Túnez y parte de Argelia, llegando a atravesar incluso el límite del mundo conocido, el actual estrecho de Gibraltar, en varias de sus exploraciones.

Aunado a su poder militar, Cartago mantuvo su esencia como ciudad fenicia, presentando un gran poder e influencia comercial en todo el Mediterráneo.

Ilustración de Cartago
Ilustración de Cartago, obra de Ruggero Giovannini (año 1970).

No en vano, en la mayoría de sus urbes se podían encontrar artículos como vidrio, cerámica (y su arte derivado), ropas (de distintos colores), cosméticos, metales, piedras preciosas, minerales y animales (elefantes incluidos).

Ante el auge comercial de Cartago, a inicios del siglo VII a. C., los etruscos, la civilización más avanzada de toda la península itálica, incluso por encima de la Monarquía romana, no dudaron en establecer relaciones comerciales con los cartagineses, quienes se convertirían, años más tarde, en importantes aliados políticos y militares.

Como habría de esperarse, los cartagineses intentaron acortar la distancia entre ellos y su principal socio comercial, Etruria.

Por tal motivo, en el año 653 a. C., los cartagineses decidieron fundar una ciudad (Motia) en la isla de Sicilia, desatando con ello la ira de Siracusa, una polis griega situada justo al lado de la nueva ciudad cartaginesa.

Durante los próximos cuatro siglos, Cartago se enfrentaría a las polis de la Magna Grecia por el dominio de la isla de Sicilia y el Mediterráneo.

Nabucodonosor II y la caída de Tiro (604 a. C. – 562 a. C.)

A principios del siglo VI a. C., mientras las tensiones entre Cartago y las polis de la Magna Grecia crecían, Nabucodonosor II de Babilonia llevaba a cabo una poderosa campaña militar por todo el Levante Mediterráneo, sometiendo a muchas civilizaciones y reinos de la región en el proceso.

Si bien muchos reinos y dinastías del Levante se revelaron en su contra, Nabucodonosor supo apaciguar y someter a la mayoría de los rebeldes.

Un claro ejemplo de ello fue el segundo asedio de Jerusalén, el cual culminaría hacia el año 586 a. C. con la destrucción del Templo de Jerusalén y parte de la misma ciudad, así como con el destierro del muchos judíos a Babilonia.

Tras la caída de Jerusalén, la ciudad fenicia de Tiro quedó completamente expuesta ante el monarca de Babilonia, quien, sin perder tiempo, ordenó un asedio sobre esta.

Durante trece años, la ciudad de Tiro resistió el embate de Nabucodonosor, hasta que, finalmente, en el año 572 a. C. este último consiguió subyugar por completo a la ciudad fenicia. Desde entonces, Cartago fue considerada la última gran colonia fenicia del mundo.

Magón I de Cartago y la dinastía magónida

En el año 550 a. C., el general Magón I de Cartago fundaría la dinastía magónida, estableciendo con ello un importante punto de inflexión en la historia de la ciudad.

Representación de la ciudad de Cartago
Representación de la ciudad de Cartago. Imagen de Wikipedia.

Magón, a diferencia de sus predecesores, hizo gala de una beligerancia nunca antes vista. Y es que, bajo su mandato, Cartago no solo fue una potencia comercial, sino también una potencia militar y marítima en el Mediterráneo, motivo por el cual fue conocida como la reina de los mares durante mucho tiempo.

Las aspiraciones coloniales de Cartago

Durante la segunda mitad del siglo VI a. C., Cartago entabló varias batallas en contra de distintas polis griegas, dentro de las que destacan la batalla de Alalia (c. 537 a. C.) y el fallido intento de incursión en la colonia griega de Massalia, actual Marsella.

Presuntamente, hacia finales del siglo VI a. C., Cartago, junto a la colonia fenicia de Gadir, fue el principal responsable de la desaparición del reino de los Tartessos, quienes hasta entonces habían controlado gran parte del sur de la península ibérica.

La desaparición de la civilización tartésica trajo consigo un anormal aumento de las aspiraciones coloniales de Cartago.

Incluso se cree que, tras el establecimiento de nuevas colonias fenicias en la península ibérica, los exploradores cartagineses se adentraron más allá de las columnas de Melkart (de Heracles para los griegos y de Hercules para los romanos), que eran el fin del mundo conocido hasta entonces.

Primera guerra siciliana (480 a. C.)

En el año 492 a. C. estalló la primera de las tres grandes guerras médicas entre las principales polis griegas y los persas del Imperio aqueménida.

Mientras dicho conflicto se desarrollaba, el general y político cartaginés Amílcar Magón intentó sacar provecho de la situación, tomando nuevas posiciones en Sicilia y entablando amistad con los persas del rey Darío I.

A pesar de que, en un primer momento, el plan de los cartagineses en Sicilia había funcionado, en el año 480 a. C., Gelón, el gobernador de Siracusa, logró unir a todos los helenos de la Magna Grecia en contra de Cartago, logrando arrebatarle gran parte de sus territorios en Sicilia tras obtener la victoria en la batalla de Hímera, de la cual se dice que tuvo lugar el mismo día que la mítica batalla de Salamina (septiembre de 480 a. C.).

Segunda guerra siciliana (410340 a. C.)

Casi un siglo después de la primera guerra siciliana, en el año 410 a. C., los griegos sicilianos dirigidos por Dionisio I el Viejo de Siracusa decidieron nuevamente alzarse en armas en contra del expansionismo cartaginés en Sicilia, esta vez encarnado en la figura del general Aníbal Magón y el rey Himilcón II.

A diferencia de su antecesora, la segunda guerra siciliana no se resolvió en unas pocas batallas, sino en un sinfín de escaramuzas, asedios e incursiones fallidas a lo largo de casi un siglo.

Ruinas del gran acueducto y de la antigua Cartago
Ruinas del gran acueducto y de la antigua Cartago, obra de Luigi Mayer (año 1803).

No sería hasta la batalla de Crimiso, en el año 340 a. C., que las fuerzas de Siracusa, al mando del general Timoleón, consiguieron derrotar y frenar el expansionismo cartaginés en Sicilia.

Tercera guerra siciliana (315-307 a. C.)

Entre los años 315 y 307 a. C., tuvo lugar la tercera y última gran guerra entre Cartago y Siracusa. En esta oportunidad, los conflictos se reanudarían luego de que Agatocles, el entonces tirano de Siracusa, se apoderase de la ciudad de Messana, actual Mesina.

Si bien la respuesta cartaginesa no fue inmediata, en menos de cinco años el comandante cartaginés Amílcar Giscón había logrado apoderarse casi por completo de Sicilia, llegando incluso a sitiar a Siracusa, la metrópoli de su más grande enemigo.

Ante tal situación, Agatocles respondió abandonando la defensa de su urbe en pro de un contraataque directo a la propia ciudad de Cartago, forzando el regreso de Amílcar y el repliegue de su ejército en Sicilia.

A pesar de su argucia, en el año 307 a. C., Agatocles y su ejército fueron derrotados en el norte de Túnez por las tropas cartaginesas, viéndose obligado a capitular y entregar gran parte de su poder en Sicilia a los cartagineses.

Bomílcar I y la abolición de la monarquía cartaginesa (308 a. C.)

En el año 308 a. C., el comandante Bomílcar de Cartago intentó utilizar su influencia militar para dar un golpe de Estado al Consejo de Ancianos de la ciudad. Sin embargo, los magistrados cartagineses reaccionaron rápidamente, ordenando inmediatamente la crucifixión de Bomílcar y la abolición de la monarquía.

La desaparición de la monarquía cartaginesa trajo consigo la instauración de un tipo de oligarquía aristocrática como nueva forma de gobierno, la cual había tomado inspiración de sus nuevos aliados, los romanos, quienes se habían hecho con el control de gran parte de la península itálica tras derrotar a los etruscos hacia el año 300 a. C.

Guerras pírricas

En el año 280 a. C., las hostilidades entre cartagineses y griegos en Sicilia se reanudarían una vez más. En esta oportunidad, el liderazgo de Siracusa quedaría relegado a un segundo plano en favor de una nueva potencia helena: Epiro. Su rey, Pirro, intentó adentrarse en territorio cartaginés en Sicilia, desatando con ello la ira de Cartago y de Roma.

Si bien Pirro logró vencer por poco en las batallas de Heraclea (280 a. C.) y Ásculo (279 a. C.), este sería vencido posteriormente en la batalla de Benevento (275 a. C) junto a los etruscos y el resto de las polis de la Magna Grecia.

A partir de entonces, Cartago y Roma se erigieron como las únicas potencias militares del Mediterráneo.

Primera guerra púnica (264241 a. C.)

En el año 265 a. C., los mamertinos, unos mercenarios oriundos de la península itálica, irrumpieron en la ciudad de Messana y, poco tiempo después, en territorio de Siracusa. Como habría de esperarse, Hierón II, el tirano de Siracusa, decidió echarlos de inmediato.

Como respuesta al modo de proceder siracusano, los mamertinos decidieron volver una vez más a Sicilia, esta vez acompañados por los romanos, sus nuevos aliados.

Publio Claudio Pulcro echa los pollos sagrados al mar durante la primera guerra púnica
Dado que los pollos sagrados se negaban a comer, lo que suponía un mal presagio, el militar Publio Claudio Pulcro ordenó echarlos al mar («entonces que beban»). A continuación, perdió la batalla de Drépano.

Ante tal situación, Hierón II se vio obligado a aliarse con Cartago, el rival más antiguo y persistente de toda Sicilia. De esta manera, daría inicio la primera guerra púnica.

Por contradictorio que parezca, cartagineses y romanos, quienes tan solo diez años antes habían luchado juntos en las guerras pírricas, se enfrentarían por veinticuatro años durante los acontecimientos de la primera guerra púnica.

Este primer gran enfrentamiento entre cartagineses y romanos concluyó en el año 241 a. C. con el sometimiento de Hierón II, la derrota de Cartago y su expulsión de Sicilia.

Por si fuera poco, la impuntualidad en el pago de las tropas mercenarias por parte del gobierno cartaginés trajo como consecuencia una gran revuelta interna en Cartago.

Si bien Cartago logró sofocar con éxito la revuelta gracias al temible Amílcar Barca, Roma supo sacar provecho de dicha situación, haciéndose con el control de las islas de Córcega y Cerdeña, las cuales habían permanecido bajo control cartaginés hasta entonces.

Por su parte, Cartago respondería reforzando sus posiciones coloniales en Hispania, fundando nuevas ciudades como Akra Leuke, actual Alicante, y Qart Hadasht (Cartago), actual Cartagena, a la que los romanos llamaron Cartago Nova.

Segunda guerra púnica (218201 a. C.)

El sitio de Sagunto (219 a. C.)

En el año 226 a. C., debido al creciente expansionismo de Cartago por toda Hispania, las ciudades de Ampurias y Sagunto solicitaron ayuda a Roma ante la inminente incursión púnica.

Estas suposiciones no fueron erradas, pues, en el año 219 a. C., el general cartaginés Amílcar Barca lideró un asedio en contra de la ciudad de Sagunto. De esta manera, comenzaría la segunda guerra púnica.

La travesía de Aníbal Barca (218203 a. C.)

A diferencia de su padre, Aníbal no esperaría la llegada de las legiones romanas. Por el contrario, llevaría la guerra hasta la mismísima Roma.

Para lograr tal proeza, Aníbal bordeó la costa mediterránea y, posteriormente, atravesó los Alpes en dirección hacia Roma acompañado por un ejército de 90 000 infantes, 12 000 jinetes y 37 elefantes.

Aníbal vencedor contempla por primera vez Italia desde los Alpes
Aníbal vencedor contempla por primera vez Italia desde los Alpes, pintura al óleo de Francisco de Goya (año 1771).

Por si fuera poco, por el camino Aníbal reclutó a soldados galos y unidades de infantería provenientes de distintas colonias de la región.

Durante su travesía a Roma, Aníbal ganó una considerable cantidad de batallas a los romanos (Tesino, Trebia, Trasimeno, Ager Falernus, Geronium, entre otras).

No obstante, tras obtener la victoria en la batalla de Cannas en el año 216 a. C., Aníbal terminó inmovilizado a las puertas de Roma, no sin antes concretar una alianza con Filipo V de Macedonia y Jerónimo de Siracusa.

La batalla de Zama y el fin de la guerra (19 de octubre de 202 a. C.)

Mientras Aníbal acumulaba victorias en la península itálica, el general romano Cornelio Escipión, “el Africano”, atacó Cartago Nova en Hispania, consiguiendo que la colonia fenicia de Gadir cambiase de bando en el proceso.

Poco tiempo después, Escipión el Africano arribó a Numidia e instigó a las tribus libias a levantarse en armas en contra de Cartago. Ante tal situación, Aníbal se vio forzado a abandonar la península itálica junto a todo su ejército para defender Cartago del inminente ataque romano.

Por su parte, Escipión el Africano decidió esperar y enfrentar al ejército de Aníbal en las llanuras de Zama Regia, cerca de Cartago, dónde, finalmente, le derrotaría el 19 de octubre del 202 a. C. gracias a la ayuda del Reino de Numidia, quien le suministró cerca de 6000 infantes y 4000 jinetes.

Tercera guerra púnica (149146 a. C.)

Cincuenta años después del final de la segunda guerra púnica, Cartago, la que en antaño fue conocida como una de las principales potencias del Mediterráneo, había quedado reducida a una ciudad netamente comercial.

A pesar de ello, un sector del Senado romano, liderado por Marco Porcio Catón, “el Viejo”, insistía constantemente en que Cartago debía ser destruida (Carthago delenda est).

Destrucción de Cartago
A la izquierda, escena de Catón animando a que Roma destruya a Cartago. A la derecha, escena del asedio de los romanos a la ciudad de Cartago. Ilustraciones de Severino Baraldi (año 1979).

Por azares del destino, en el año 150 a. C. los númidas atacaron Cartago, y estos, que, en teoría, tenían prohibido defenderse, respondieron de vuelta al ataque.

Esta sería la que excusa perfecta para que Roma interviniese Cartago en una tercera y última guerra púnica, la cual concluiría en el año 146 a. C. con la destrucción absoluta de la civilización cartaginesa junto a su ciudad.

Referencias

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